BOTELLA AL MAR Nº 40. LOS MEDIOS "OBJETIVOS"... "LIBRES Y DEMOCRÁTICOS"... LEYENDO A JAURETCHE PARA REFLEXIONAR SOBRE ESTOS MEDIOS QUE TAN HABILMENTE NOS "ENROSCAN LA VÍVORA", NOS PINTAN LA REALIDAD SEGÚN SU AGENDA Y SU "DOCTRINA"
Palabras previas a LA PRENSA CIEN AÑOS CONTRA EL PAIS escritas por Arturo Jauretche, un libro que editó el SIndicato de Luz y Fuerza de Cap. Federal en 1970
"Hace poco tiempo relaté, por televisión, una noticia que me había llegado poco antes: El director de La Prensa había cohonestado la escasa circulación del "GRAN DIARIO" con una supuesta decadencia cultural del país. Habría dicho: "¡Cómo estará la Argentina cuando "La Prensa" vende 70.000 ejemplares y "Crónica" 700.000!".
Señalé entonces algo que el director de "La Prensa" no puede de ninguna manera comprende y que explica el hecho, sin constituir una sobrevaloración de "Crónica". Dije que los pueblos pueden equivocarse en lo que quieren pero no se equivocan nunca en lo que no quieren.
¿Por qué esa actitud?
En "Los Profetas del Odio y la Yapa", haciendo el análisis de la superestructura cultural y los instrumentos de que se vale para la colonización pedagógica he hablado con extensión del papel que allí cumple "La Prensa".
En el "Manual de Zonceras Argentinas"; dos de estas se particularizan con el tema. Son la zoncera "El Cuarto Poder" y la zoncera "Dice La Nación, Dice La Prensa".
En la primera se señala en qué consiste ese cuarto poder, que no es de cuarta sino de primera; a su vez la segunda, es una zoncera en gran parte perimida. Evoca la época en que los grandes diarios hacían opinión administrándola como complemento de la higiene matinal y el desayuno, de tal forma que cada lector, como un disco repetía durante el resto de la jornada lo que le habían grabado por la mañana respaldándolo con la autoridad de los dos "Grandes Diarios":
La caída de la circulación, que motivó las expresiones comentadas mas arriba del director de "La Prensa", es la mejor prueba de que pasó el tiempo de la tiranía del cuarto poder y del acatamiento a lo loro de lo dicho en la columna magistral de los editoriales. Esto se sabe perfectamente en las redacciones y para obviar el que nadie les lleve el apunte a lo que editorialmente se dice, se ha dado en el recurso de dar la información de los hechos, no como ocurren sino como debieran ocurrir según la doctrina profesada por el periódico. Esto lo digo expresamente en el comentario de esta zoncera: "Ahora nadie se entera aparentemente de cuáles son las doctrinas de los grandes diarios, por los editoriales, que no son inéditos, pero es como si lu fueran: son ileídos. Pero el lector no las puede evitar a lo largo de la información, donde se dan las opiniones como noticia. Así, leyéndolas usted no se entera de cómo ocurrieron los hechos pero se entera de cómo debieron ocurrir, según la doctrina de los editoriales. De tal manera, un telegrama de La Quiaca, de Hong Kong, París, Nueva York o Durban contiene mas doctrina que datos ciertos, sobre todo cuando los datos ciertos se dan de patadas con las doctrinas, lo que revela que en "La Nación" y en "La Prensa" ya saben qué es lo que se lee. Esto ha llevado a que los redactores seleccionados sean lo que rellenan y adoban los telegramas, y que lo que no sirven escriban los editoriales, por lo que no es raro que los escriba algún Mitre o algún Paz".
He vivido bastantes años para ver la amplia curva del ascenso y luego la del descenso desde el cenit, del prestigio de los grandes periódicos hasta esta hora de decadencia definitiva.
Hijo de mi tiempo y de mi época los vi en mi infancia, cuando miraba hacia arriba como los veo ahora en mi vejez, mirando hacia abajo. Pero lo que importa no es cómo los vi y los veo yo, sino cómo los ve el pueblo, y compruebo que en éste se ha ido produciendo una toma de conciencia paralela a la maduración que se produjo en mí: a medida que el país fue elaborando una conciencia de sus propios intereses y una fe y esperanza en el destino nacional, y se destruían los mitos y las supersticiones coloniales que la obstaculizaba, esta conciencia alcanzaba también a la identificación de los instrumentos de la colonización pedagógica. Así hemos llegado al momento en que la misma circulación, escasa o abundante, ya ni siquiera es índice de la eficacia periodística porque la masa de lectores ha identificado la calidad empresaria del supuesto órgano magistral. Han pasado los tiempos en que los grandes diarios eran citados como autoridades. Mas bien, en lugar de manifestarse “dice La Nación”, dice “LA Prensa”, suele comentarse hoy: “Hasta lo dicen La Prensa y La Nación”; para mostrar una verdad tan evidente que los enemigos natos de la misma no pueden disimular.
Tal vez he contribuido algo a esta forma de conciencia del país, particularmente en este aspecto de la superestructura cultural del coloniaje. Me he preocupado permanentemente de divulgar los métodos utilizados para magnificar o disminuir los acontecimientos o los personajes, sin necesidad de recurrir a la burda mentira, entre otras formas divulgando ciertas técnicas periodísticas que hoy ya son de conocimiento general. Por ejemplo, lo que se hace con el titulaje, con el cuerpo de la letra, con el recuadro, con la foto, etc., destacando unos hechos y disminuyendo otros, así como con la colocación de la noticia en páginas principales, o perdidas entre los avisos, y sobre todo por el manejo de las páginas impares y pares que permiten poner lo que se quiere difundir en la página que da al frente a la derecha, la non, y las que se quieren ocultar o disminuir en la página par, a la izquierda, en el revés de la hoja.
Supongo que estos antecedentes explican que se me haya buscando para esta nota preliminar, puesta aquí a manera de prólogo.
En un pequeño periódico, de esos de escasa vida y peor suerte, que nunca llegaron a ser cuarto poder ni tienen ADEPA ni SIP, que salen a campear por ellos pero son, sin embargo, las únicas y auténticas expresiones de libertad de prensa frente a la libertad de empresa, que no da cabida al pensamiento nacional, he publicado en noviembre de 1969, es decir, hace un año, un artículo comentando el centenario de “La Prensa”. Lo reproduzco porque allí he sintetizado la transición de la libertad de prensa a la libertad de empresa desde el momento origen periodístico al próspero momento publicitario.
“Hace cien años apareció el primer número de “La Prensa”: muy escasos habitantes del país se enteraron. Ahora que tenemos veinticinco millones de habitantes es muy difícil que haya quedado alguno sin enterarse de eso que ocurrió hace cien años, tanto es el tachín-tachín que hace “La Prensa” en este recíproco mandarse la pelota de la dirección al corresponsal, del corresponsal a la dirección, del rotariano al león, y del león al rotariano, todo con discursos, fotografías y páginas enteras de información. Y como “La Nación” anda también en no se qué festejo y repite el mismo juego con corresponsales, rotarianos y leones, entre los dos –Prensa y Nación- han complicado el barullo peloteándose también de periódico a periódico, de corresponsal a corresponsal y desde luego de rotariano a rotariano y de león a león respectivo. Como es de práctica se suman ministros, gobernadores, directores de escuela, conjuntos recreativos, logias masónicas, frailes Cuchettis, Draganis, Monetas, Perazzos, D ´Andreas (sobrinito) y demás comparsas”.
“Me parece la ocasión propicia para acordarse de lo que era “La Prensa• o de cualquier otra hoja hace cien años”.
“Para esa fecha un señor Paz o un señor Mitre, lo mismo que un señor Mongo, decidían sacar un diario y esto era posible con unos pocos pesos. La redacción la constituían gentes que militaban en la misma idea que el propietario y todos, informando o dando sus opiniones, daban la del periódico, porque había identidad entre ellos y la dirección, desde que se habían reunido como copartícipes de un ideario mas que como asalariados dependientes de un jefe”.
“Cualquiera que no estaba de acuerdo con las ideas de ese diario y quería discutirlas, se juntaba con otros que pensaban como él y entre todos aportaban unos peos, y ya estaba, otro diario. Ni siquiera hacía falta tener imprenta porque había impresores a los que sólo era cuestión de pagar y el sostenimiento del periódico dependía de su venta y suscripción pues era mantenido como prensa de opinión por los que opinaban como él”.
“Entonces decir libertad de prensa tenía sentido y se identificaba con la libertad de opinión. No cualquiera y caprichosamente pero siempre que se significaba algo y hubiera una voluntad dispuesta a expresarse era posible ejercer la liberad de opinión a través de la libertad de prensa. En esa época se le atribuyó a esta libertad de opinión capacidad de gobierno, tanta que se llamó a la prensa en general cuarto poder”.
“Pero las cosas han cambiado desde hace cien años y hay entre “La Prensa” de entonces y la de ahora, la misma distancia que de la carreta al cohete teledirigido. Hoy solamente una gran empresa puede editar la prensa de manera que la libertad de prensa se ha hecho por razones económicas, casi imposible –aun cuando el tirano de turno quiera obligar la existencia de esa libertad- . NO hay posible prensa sin empresa, y así, ésta no expresa la opinión periodística sino la opinión del negocio que es a su vez la expresión de otros negocios, los de los avisadores, que reclaman una línea de ideas a través de las agencias de publicidad. La información ya no es tampoco periodística porque depende de las agencias que también son empresas. Estamos en plena libertad de empresa”.
“El poder económico –en gran parte extranjero en países como el nuestro- se ha hecho poder de gobierno y su agente mas directo es precisamente ese cuarto poder que es la prensa, que es mas fuerte cuando mas deja de ser opinión, es decir, cuando mas deja de ser opinión, es decir, cuando mas expresa a la empresa y menos a la prensa”.
“El periodista a su vez es un simple asalariado que lo único que tiene que hacer es obedecer opinando como le dicen que opine, o como no le dicen, porque pronto se olvida que es asalariado y acomoda su cabeza para pensar como la empresa, convirtiéndose en parte de esta misma, tal vez porque es el único que en el periódico tiene conciencia de su situación, es decir mala conciencia. Que es la que tienen todos esos alcahuetes posando de pensadores periodistas alrededor del señor Gainza. Este es el único que piensa, si pensar se puede llamar a esa función intelectual que cumple por razones hereditarias como una enfermedad. Porque la empresa y ciertas enfermedades tienen, entre otras cosas, de común, esto: son hereditarias”.
“Soy uno de los veinticinco millones de personas obligadas a enterarse de este centenario. Así es como he vuelto a leer “La Prensa” para enterarme de que en “La Prensa” todavía no están enterados de que la libertad de prensa, en el caso de “La Prensa” es exclusivamente la libertad de Gainza, para opinar ante veinticinco millones de argentinos que sólo pueden opinar periodísticamente si Gainza les da permiso. O el otro, del otro diario festejador”:
“Uno no sabe cuándo éstos hablan de libertad de prensa, si son o se hacen. Yo creo que se hacen, porque al fin y al cabo ellos tampoco opinan: son muñecos de Don Pucho, pues sus empresas están atadas a la otra empresa: la que es económica y sirve al amo imperial”.[…]
domingo, 28 de diciembre de 2008
LA FÁBULA, PARA QUE NO NOS AGARRE EL 2009 EN ESTADO DESPREVENIDO
BOTELLA AL MAR Nº 39. LA FÁBULA DE LOS CERDOS ASADOS. LA FÁBULA DEL SENTIDO COMUN PARA QUE EL BOSQUE NOS PERMITA VER EL BOSQUE...
Por Gustavo Francisco Cirigiliano
Cuenta el viejo profesor que una vez se incendió un bosque en el que estaban los cerdos, que se asaron. Los hombres, acostumbrados a comer carne curda, los probaron y luego, cada vez que querían comer cerdos asados, prendían fuego al bosque.
Una de las posibles variantes de un viejo cuento sobre el origen del asado es ésta.
Cierta vez se produjo un incendio en un bosque en el que se encontraban cerdos. Estos se asaron. Los hombres, acostumbrados a comer carne cruda, los probaron y los hallaron exquisitos. Luego, cada vez que querían comer cerdos asados, prendían fuego a un bosque…hasta que descubrieron un nuevo método.
Pero lo que yo quiero narrar es lo que sucedió cuando se intentó modificar El Sistema para implantar uno nuevo. Hacía tiempo que algunas cosas no marchaban bien: los animales se carbonizaban, a veces quedaban parcialmente crudos, otras, de tal manera quemados que era imposible utilizarlos. Como era un procedimiento montado en gran escala preocupaba mucho a todos, porque si El sistema fallaba en gran medida, las pérdidas ocasionadas eran igualmente grandes. Miles eran los que se alimentaban de esa carne asada, y también muchos miles eran los que tenían ocupación en esa tarea. Por tanto El sistema simplemente no debía fallar. Pero, curiosamente, a medida que se hacía en mayor escala, más parecía fallar y mayores pérdidas causar.
En razón de las deficiencias, aumentaban las quejas. Ya era un clamor general la necesidad de reformar a fondo El Sistema. Tanto que todos los años se reunían Congresos, Seminarios, Conferencias, Jornadas para hallar la solución. Pero parece que no acertaban a mejorar el mecanismo, porque al año siguiente se volvían a repetir los Congresos, Seminarios, Conferencias y Jornadas. Y así siempre.
Las causas del fracaso de El Sistema, según los especialistas, debían atribuirse o bien a la indisciplina de los cerdos que no permanecían donde debieran, o bien a la inconstante naturaleza del fuego tan difícil de controlar, a los árboles excesivamente verdes, o a la humedad de la tierra, o al Servicio de Informaciones Meteorológicas que no acertaba con el lugar, momento y cantidad de lluvias, o…
Las causas eran –como se ve- difíciles de determinar porque en verdad El Sistema para asar cerdos era muy complejo: se había montado una gran estructura; una gran maquinaria, con innumerables variables, se había institucionalizado. Había individuos dedicados a encender: los igniferi, que a su vez eran especialistas de sectores; incendiador o ignifer de zona norte, de zona oeste, etc., incendiador nocturno, diurno, con especialización matinal o vesperal, incendiador de verano, de invierno (con disputas jurisdiccionales sobre el otoño y la primavera). Había especialistas en vientos (anemotécnicos). Había un director General de Asamiento y Alimentación Asada, un director de Técnicas Ígneas (con su Consejo General de Asesores), un Administrador General de forestación Incendiable, una Comisión Nacional de Entrenamiento Profesional en Porcología, un Instituto Superior de Cultura y Técnicas Alimentarias (el I.S.C.Y.T.A.) y el BODRIO (Bureau Orientador de Reformas Ígneo-Operativas).
El BODRIO era tan grande que tenía un Inspector de Reformas cada 7.000 cerdos, aproximadamente. Y era precisamente el BODRIO el que propiciaba anualmente los Congresos, Seminarios, Conferencias y Jornadas. Pero estos solo parecían servir para aumentar el BODRIO, en burocracia.
Se había proyectado y se hallaba en pleno crecimiento la formación de nuevos bosques y selvas, siguiendo las últimas indicaciones técnicas (en regiones elegidas según una determinada orientación y donde los vientos no soplaban más de tres horas seguidas, donde era reducido el porcentaje de humedad, etc.).
Había miles de personas trabajando en la preparación de esos bosques que luego se habrían de incendiar. Había especialistas en Europa y en los EE.UU. estudiando la importación de las mejores maderas, árboles, cepas, semillas, de mejores y más potentes fuegos, estudiando ideas operativas (por ejemplo: cómo hacer pozos para que en ellos cayeran los cerdos). Había además grandes instalaciones para conservar los cerdos antes del incendio, mecanismos para dejarlos salir en el momento oportuno, técnicos en su alimentación.
Había expertos en la construcción de establos para cerdos; profesores formadores de los expertos en la construcción de establos para cerdos; universidades que preparaban a los profesores formadores de los expertos en la construcción de establos para cerdos; investigadores que brindaban en fruto de su trabajo a las universidades que preparaban a los profesores formadores de los expertos en la construcción de establos para cerdos; fundaciones que apoyaban a los investigadores que brindaban en fruto de su trabajo a las universidades que preparaban a los profesores formadores de los expertos en la construcción de establos para cerdos, etc.
Las soluciones que los Congresos sugerían eran por ejemplo: aplicar triangularmente el fuego luego de raíz cuadrada de n – 1 por velocidad de viento sur; soltar los cerdos quince minutos antes que el fuego promedio del bosque alcanzara 47 º C; otros decían que era necesario poner grandes ventiladores que servirían para orientar la dirección del fuego. Y así por el estilo. Y no se necesita decirlo, muy pocos de los expertos estaban de acuerdo entre sí, y cada uno tenía investigaciones y datos para aprobar sus afirmaciones.
Un día, un ignifer Categoría S-O/D-M/V-LL (o sea un encendedor de bosques especialidad sudoeste, diurno, matinal, licenciatura en verano lluvioso), llamado Juan Sentido-Común, dijo que el problema era muy fácil de resolver. Todo consistía, según él, en que primero se matara al cerdo elegido, se lo limpiara y cortara adecuadamente y se lo pusiera en un enrejado metálico o armazón sobre unas brasas hasta que por efecto del calor y no de la llama se encontrara a punto.
- “¿Matar?”, exclamó indignado el Administrador de forestación.- “¡Cómo vamos a hacer que la gente mate! Ahora el que mata es el fuego. ¿Nosotros matar? ¡Nunca!”
Enterado el Director General de Asamiento, lo mandó a llamar. Le preguntó qué cosas raras andaba diciendo por ahí, y luego de escucharlo, le dijo:
- “Lo que Ud. dice está bien, pero sólo en teoría. No va a andar en la práctica. Más aún, es impracticable. Veamos, ¿qué hace Ud. con los anemotécnicos, en el caso de que se adopte lo que sugiere?”.
- “No sé”, respondió Juan.
- “¿Dónde coloca los encendedores de las diversas especialidades?”.
- “No sé”.
- “¿Y los especialistas en semillas, en maderas? ¿Y los diseñadores de establos de siete pisos, con sus nuevas máquinas limpiadoras y las perfumadoras automáticas?”.
- “No sé”.
- “Y a los individuos que han ido al extranjero a perfeccionarse durante años, y cuya formación ha costado tanto al país, ¿los voy a poner a limpiar cerditos?”.
- “No sé”.
- “Y los que se han especializado todos estos años en integrar Congresos y Seminarios y Jornadas para la Reforma y Mejoramiento de El sistema, si lo suyo resuelve todo, ¿qué hago con ellos?”
- “No sé”.
- “¿Se da Ud. cuenta ahora de que la suya no es la solución que necesitamos todos? ¿Ud. cree que si todo fuera tan simple no la hubieran hallado antes nuestros especialistas? ¡A ver! ¿Qué autores dicen eso? ¿Qué autoridad puede avalar su sugestión? ¡Ud. se imagina que yo no puedo decirles a los Ingenieros de Anemotécnica que es cuestión de poner brasitas sin llama! ¿Y qué hago con los bosques ya preparados, a punto de ser quemados, que sólo poseen madera apta para el fuego-en-conjunto, cuyos árboles no producen frutos, cuya escasez de hojas hace que no sirvan para sombra? ¿Qué hago? ¡Dígame!”.
- “No sé”.
- “¿Qué hago con la comisión Redactora de Programas de Asado, con sus Departamentos de clasificación y Selección de Cerdos, Arquitectura Funcional de Establos, Estadística y Población, etc.?”.
- “No sé”.
- “Dígame: el ingeniero en Porcopirotecnia, don J. C. de Figuración, ¿no es una extraordinaria personalidad científica?”.
- “Sí, parece que sí”.
- “Bueno. El simple hecho de poseer valiosos y extraordinarios ingenieros en pirotecnia indica que El sistema es bueno. Y, ¿qué hago yo con individuos tan valiosos?”.
- “No sé”.
- “¿Ha visto? Ud. lo que tiene que traer como solución es cómo hacer mejores anemotécnicos, cómo conseguir más rápidamente encendedores del oeste (que es nuestra dificultad mayor), cómo hacer establos de ocho pisos o más, en lugar de sólo siete como ahora. Hay que mejorar lo que tenemos y no cambiarlo. Tráigame Ud. una propuesta para que nuestros becarios en Europa cuesten menos, o cómo hacer una buena revista para el análisis profundo del problema de la Reforma del asamiento. Eso es lo que necesitamos. Eso es lo que el país necesita. ¡A Ud. lo que le falta es sensatez, Sentido-Común! Dígame, por ejemplo, ¿qué hago con mi buen amigo (y pariente) el Presidente de la Comisión para el Estudio para el Aprovechamiento Integral de los Residuos de los ex-Bosques?”.
- “Realmente estoy perplejo”, dijo Juan.
- “Bueno. Ahora que conoce bien el problema, no vaya por ahí diciendo que Ud. lo arregla todo. Ahora ve que el problema es más serio y no tan simple como se imaginaba. Uno desde abajo y desde afuera dice. Pero hay que estar adentro para conocer el problema y saber las dificultades. Ahora, entre nosotros, le recomiendo que no insista con lo suyo porque podría traerle dificultades con su puesto. ¡No por mí! Yo se lo digo por su bien, porque yo lo comprendo; yo le entiendo su planteo, pero Ud. sabe, puede encontrarse con otro superior menos comprensivo, Ud. sabe cómo son, a veces ¿eh?...”.
El pobre Juan Sentido-Común no dijo ni mú. Sin saludar, entre asustado y atontado, con la sensación de estar caminando cabeza abajo, salió y no se le vio nunca más. No se sabe dónde fue. Por eso es que dicen que en estas tareas de reforma y mejora de El Sistema, falta Sentido-Común.
La “Fábula de los cerdos asados”, de Gustavo F. J. Cirigliano, fue publicada originalmente en la revista Cátedra y Vida, Buenos Aires, 1959.
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