REFLEXIONES DE BERNARDO NEUSTADT A POCO DE PRODUCIDO EL GOLPE DE ESTADO DE 24 DE MARZO DE 1976
"La educación “de antes”, la autoridad “de antes” están cuestionadas. Reconozco que algunas
rigideces “de antes” o las exageraciones consiguieron efectos contrarios. Algunos psicólogos llegaron a trabajar exclusivamente sobre “castraciones de infancia”. Pero nos
pasamos al otro bando. Al mundo abierto, sin limitaciones, con el clisé argumental: “NO
HAY QUE TRABAR LAS INDIVIDUALIDADES PORQUE SE PUEDE TRAUMAR”. Todo
sin penitencia. Y toda la libertad es poca; entonces sobreviene el aburrimiento. Tal vez
algunos se deslicen hacia la droga; otros al amor libre; algunos de tanto facilismo, tal
vez terminen en la “homosexualidad”, y una “minoría potente” asesinando o mandando
a asesinar en nombre de un mundo mejor. ¡Ah…y de Dios!..."
¿Se preguntó usted cuántas Anas Marías González hay? (1976)
«“¡Pobre!; jamás sabrá lo que es ser joven, luchar, conquistar; nació banquero…”
(Rothschild, ante la cuna de su primer hijo).
“Mamá me aburro…”. “Papá, quiero una moto, porque Charlie se compró una japonesa…”.
“Vivian se fue a Europa, y tiene 17 años…”. “¿Puedo faltar al colegio porque no
estudié y hoy tengo una prueba…?” (“Mirá que si no me rateo”) Son las expresiones que
más se escuchan en los hogares –clase media alta o económicamente fuertes– y donde
los padres tienen, tal vez, mucha comunicación, pero ninguna autoridad.
A partir de ahí el diálogo con los progenitores es inverso: “Mis padres tuvieron mucho
rigor conmigo, pero ninguna comunicación… No hablaban con los hijos. Yo sí.
Porque no quiero que a ellos les pase lo que a mí…”. Otro lugar común: “Sí, le compré
un auto. Ya sé que tiene 18 años… ¡Pero qué querés! Luis María le regaló un auto a
Fernando, y si él lo hace… Además prefiero eso antes de que me lo saquen sin permiso”.
Entonces uno reprocha: “Pero escuchame, un auto a un muchacho de 18 años
que no trabaja… Después se aburre. La aventura amorosa no exige conquista. Todo
a la mano… Más tarde, la incitación a otras audacias y por ahí DESCUBREN que hay
pobres y alguien los convence que la sociedad es altamente injusta y que hay que cambiar
el mundo. ¿Cómo?... Secuestrando, matando, quebrando la autoridad del país…”
Todas estas reflexiones mías, tengo que confesarlas, caen en el vacío. Se encogen
de hombros. “Eres un exagerado…El mundo cambió mucho. Si no te hacés amigo de
tus hijos, los perdés…”. Como no les “muevo el piso” me lo quieren mover a mí con la
inversión de prueba. ¿Pero cuándo les dije que no sean amigos de sus hijos? ¿Cuándo
les pedí un rigor excesivo? ¿En qué momento planteé que les hicieran pasar hambre o
les negaran acceso al mundo moderno? ¡Nunca! Pero gradualmente. Exigiendo algún
esfuerzo. Un término medio entre que los padres no permitían a sus hijos de 20 años
opinar en la mesa y los hijos de ahora que a los 17 ó 18 años se aferran a una exclusividad:
“Los viejos no entienden nada…” ¿ENTENDER ES CEDER Y CONCEDER TODO?
Porque si cualquier cosa fuera posible, nada sería posible…
No dramatizo. Planteo un cuadro familiar de cada instante. Adolescentes “cuidados-
descuidados”. Muchos derechos, escasos deberes. De la responsabilidad, ni
hablar. Usted se enojará a esta altura y me dirá: “En mi casa no pasa eso...”. No hablo
de su CASA. Hablo de “LAS CASAS”.
Entonces una noche, trágica, una adolescente, Ana María González, se desliza sigilosa
en el “hogar más amigo”, y, traicionando todos los sentimientos de amistad, gratitud,
nobleza, FRÍA-MEN-TE, cumple la misión de asesinar a un hombre. No importa
que se tratara del jefe de la Policía Federal. ERA UN HOMBRE que al acostarse iba a
encontrar su último sueño, dinamitado por un explosivo colocado por la mejor amiga de
su hija. Fue como si hubiéramos “descubierto un nuevo mundo”. Como si no conociéramos
que en Monte Chingolo pelearon y murieron adolescentes que trataron de tomar
un cuartel. Como si en cada conversación de la Argentina de hoy no escucháramos a
menudo: “La hija de fulano es marxista, está a la izquierda, o tiene algo que ver con la
guerrilla…” Y ocurre que no son precisamente hijos de obreros. Ni adolescentes que
“viven mal” económicamente. O que se levantan a las seis de la mañana para ir a una
fábrica o un empleo. No. Son los “hijos de la comodidad”. Los “cuidados-descuidados”.
¿Qué está pasando? ¿Por qué no nos revisamos? El hijo de un empresario que
hace mucho por el país y que da trabajo a miles de obreros, un día que va rumbo a Ezeiza
para dirigirse a Europa se da cuenta: que hay villas de emergencia cerca del aeropuerto;
tiene un ataque de “desesperación” y se va a la subversión. Hoy está detenido.
Creo…El hijo de un ex gobernador, Felipe Sapag, líder natural de su provincia, traiciona
la buena fe de un brigadier y casi lo asesina. El sobrino del almirante Alemann lo entrega
para el secuestro. Un hijo de Julio Alsogaray, uno de nuestros militares más inteligentes,
de mejor formación ideológica, muere como guerrillero en Tucumán. ¿Entonces?
(…)
Volcados así los hechos, usted me dirá: pero, ¿qué hace? ¿Cómo controlar cada
acción de los amigos y amigas de nuestros hijos en una sociedad así desfigurada?
¿Cómo evitar “el uso” de nuestros propios hijos? Tal vez recuperando la autoridad perdida
que no es arbitrariedad ni autoritarismo. Le pedimos AUTORIDAD Y PODER al
GOBIERNO. ¿Por casa cómo andamos? Ana María González, ¿dónde se afilió para la
destrucción? ¿Quién pobló sus pocos años de tanta enfermedad? ¿Qué hicieron sus
padres? ¿Indiferentes? ¿Dialogadores? No faltará quien achaque a la separación de algún
matrimonio la “responsabilidad”. Conozco muchos matrimonios perfectos, que tienen
hijos desviados. Ana María González, ejecutora material de un monstruoso crimen,
es menos importante por sus 20 años que los que la instigaron o la “aprovecharon”.
Añadir leyenda |
No quiero seguir sin una aclaración vital; Ana María González es una adolescente
que asesina. No partamos de esta base para decir que TODA LA JUVENTUD ESTÁ ENFERMA.
Que todos los padres descuidan a los hijos o los vuelven muy cómodos. Miles
de Anas Marías González estudian, trabajan, sueñan, se frustran y no matan generales.
(…)
No estoy escribiendo. Estoy volcando toda mi meditación en estos días. La educación
“de antes”, la autoridad “de antes” están cuestionadas. Reconozco que algunas
rigideces “de antes” o las exageraciones consiguieron efectos contrarios. Algunos psicólogos
llegaron a trabajar exclusivamente sobre “castraciones de infancia”. Pero nos
pasamos al otro bando. Al mundo abierto, sin limitaciones, con el clisé argumental: “NO
HAY QUE TRABAR LAS INDIVIDUALIDADES PORQUE SE PUEDE TRAUMAR”. Todo
sin penitencia. Y toda la libertad es poca; entonces sobreviene el aburrimiento. Tal vez
algunos se deslicen hacia la droga; otros al amor libre; algunos de tanto facilismo, tal
vez terminen en la “homosexualidad”, y una “minoría potente” asesinando o mandando
a asesinar en nombre de un mundo mejor. ¡Ah…y de Dios!
Aquí llego al final. A lo mejor usted concuerda. Reflexiona. Examina. No se encoge
de hombros. A lo mejor usted me acusa de exagerado, “de no saber nada”. De “aterrar”
en vez de preocupar. No sé… Cada argentino es un misterio. Prometo que quiero servir.
Que tengo el alma habitada de enigmas. Que algunos están aquí. Otros, aún, duermen
dentro mío. No se puede arreglar el país sin arreglar la sociedad.
No me dé simplemente la razón, si la tengo. No se enoje conmigo si no coincide.
Haga algo.
Amén.
Bernardo Neustadt.»
(Revista Gente, N° 571, Buenos Aires, 1° de julio de 1976.)
el heredero: Bernardo Lanata |