Lo escribió un compañero de docencia y no puedo dejar de compartir este breve pero emotivo texto con el que me identifiqué de inmediato, con lágrimas en los ojos porque volvieron a mi memoria recuerdos hermosos. (Lucía, mencionada en el texto, es su hija)
"Algo se está gestando, lo siento al respirar...", y es un cambio que comenzo sutil, a la vez profundo, y que florece sin parar.
Queridos amigos:
Ayer fuimos al corso de la avenida Boedo. Una verdadera multitud. Se me recreó toda la infancia y adolescencia cuando con mi familia y amigos eramos abonados al corso de la calle Beltrán en Remedios de Escalada. "Los piojos de Boedo", "Los desamparados de La Boca", "Los resucitados de San Telmo", "Los no se qué de Don Bosco", "Los no sé cuanto del ananá"...Durante las casi dos horas que estuvimos no dejaron de pasar. Lucía no paró de moverse al ritmo murguista, ese paso de baile diabólico que en mi puta vida voy a poder hacer. ¡Cómo disfrutó!
Estaban los que llevaban las banderas, los estandartes, los dados gigantes, los clásicos trajes murgueros, los disfrazados de brujas, de fantasmas, los que caminan con los zancos (ahora más sofisticados, son flexibles, hidráulicos o neumáticos), los bombos gigantes con el platillo arriba (bien de acá), las trompetas, las murgueras con sus bebes en brazos y hasta alguna con un embarazo bastante adelantado. Se arrojaba papel picado y por supuesto nieve. Parecía que el tiempo no había pasado.
Lo que no apareció en ningún momento fue el ataúd con el muerto adentro que cada rato se sentaba y saludaba al público (al menos en mi barrio de Escalada era un clásico).
Realmente la pasamos bárbaro y se me cayó uno que otro lagrimón.
¡Recuperemos los carnavales carajo!
Abajo, una de las fotos que quedará en la historia.
Tonín.