APOLOGÍA DEL MILITANTE
“Tenemos que reconstruir el espacio de los militantes,
volver a valorar la política...
Queremos compañeros que piensen,
que nos digan la verdad,
que tengan capacidad transgresora,
que ayuden a equivocarnos lo menos posible...”
Néstor Kirchner - Parque Norte, 11/03/04
En una democracia real, es decir en una democracia de iguales, la intermediación sociedad-estado la establecen los partidos políticos, que tienen como tarea y deber expresar intereses ciudadanos determinados por su ubicación en la escala social. En esa mediación política, los partidos tienen a su cargo la elaboración orgánica de una discusión que permite discernir entre lo deseable y lo posible, entre lo teórico y lo empírico, entre lo ético y lo pragmático, entre las intenciones y los resultados. Y en la dinámica entre diferentes fuerzas, procesan las asimetrías con vistas a un equilibrio de intereses que preserve la comunidad nacional.
Hace 33 años nos robaron la democracia. Si queremos acceder a una Patria nueva, inclusiva, participativa, en libertad y con justicia social, en esta hora de cambios tenemos que recuperar esa democracia de pares.
Pero en medio del saqueo, también nos robaron la militancia, aquella que valorizaba la idea de “mílite”, el que sirve en una “milicia”, entendida como núcleo compacto organizado y disciplinado, dispuesto a dar su vida por alcanzar un objetivo. Profundizar y consolidar el actual proceso, implica elevar la jerarquía de la militancia como instrumento de transformación redimiendo el concepto de Evita:”donde hay una necesidad, hay un derecho”. Los derechos no se recogen graciosamente; se conquistan. Y se conquistan militando.
Entonces, hoy, también hay que recuperar la militancia.
Militar va a ser la fundamental manera de recuperar la política, porque el militante no es solamente un ser sensible ante la injusticia; militante es aquel que sufre el dolor ajeno, que lo hace propio y lucha para resolverlo. Militante es aquel que, además, congrega solidaridades con su ejemplo entre la gente del pueblo y con su trabajo político convoca consensos, siempre tras el objetivo de construir un poder colectivo y verdaderamente democrático, para realizar la utopía de la liberación nacional y social.
El militante es el vínculo entre las clases dirigentes y la sociedad, y en ese diálogo expresa al pueblo: es la voz de los sin voz. El militante especifica y establece la relación entre las necesidades y los derechos que la satisfacen; y en tal carácter es el generador de una demanda social organizada, que es la política.
En el militante se encarna el espíritu crítico de la política, tanto en lo que ésta tiene de discurso como de herramienta.
Convierte en un lazo noble el vínculo entre las bases y sus conducciones, al cuestionar con su crítica la bastarda relación entre el cliente y su patrón. Y así dignifica la política, en tanto la remite a su real definición: relación entre individuos que poseen idénticos derechos y obligaciones.
Es el militante quien interpela al ciudadano en su aspecto humano -no como un cliente o un voto-, despierta su voluntad de emancipación, le habla de sus libertades conculcadas y, al nutrirlo de argumentos y recursos para luchar por el poder, otorga la carta de su ciudadanía al hombre y a la mujer del pueblo: con su aporte crítico rompe las dependencias; con su ejemplo libera al ciudadano de sus lazos clientelares. Hace sentir menos pobre al pobre y más rico al rico, poniéndolos en el lugar de la desigualdad entre ciudadanos para disolver las distancias que los separan. El militante es quien abate con su práctica los resentimientos y construye con su prédica la esperanza.
El militante ennoblece la política al racionalizar el conflicto social de intereses, en dos sentidos: a partir de una labor de esclarecimiento sobre la justicia ejerce su docencia en el seno del pueblo, despierta su conciencia, y luego, con la acción, otorga confianza en los medios para lograr el cometido con la mayor economía de esfuerzos y el respeto a los principios éticos.
En su afán consecuente por ser el mejor entre los mejores, el militante es quien da coherencia, sensatez y pertinencia al discurso político de la sociedad. Es la razón militante la que elabora lo espontáneo, lo intuitivo, el deseo y las ilusiones de los hombres y mujeres concretos que forman las multitudes anónimas y resignifica lo histórico, dándole continuidad a la experiencia y sentido de futuro a las luchas por la justicia y la libertad.
Esta es la manera por la cual el militante debe empezar a construir su espacio social alrededor de él. Desde la perspectiva clara que dice “la victoria de todos es mi victoria”. Es desde este principio liminar que tenemos que proponernos perfeccionar la democracia. Porque como nos enseñó Oesterheld, no existe el héroe solitario: el héroe siempre es colectivo.
ERNESTO JAURETCHE