Bernardo de Monteagudo.
por: Mónica L. Oporto
Las palabras, en tanto refieren
situaciones, inquietudes, objetivos, cambios, pueden considerarse como
“elementos de problemas”[1].
En algunos momentos pierden su monosemia porque se los resignifica, no
mantienen un significado fijo, estático, lineal. El enunciador habla desde su circunstancia y
estatus, manifiesta sus intenciones, afectos y busca efectos: “En el acto del
habla se distinguen dos componentes: su contenido proposicional y su fuerza
ilocucionaria”[2].
Por lo tanto, cuando hacemos referencia a los actos ilocutorios de Bernardo de
Monteagudo intentaremos “atrapar” lo que éste quiso decir, el mensaje que
existía detrás de las palabras, el significado de lo que dijo.
Se pretende entender cómo Bernardo de
Monteagudo establece y transmite los destinos imaginados para los americanos, y
con su discurso contribuye a la producción de bienes simbólicos, través de los
que busca establecer una conexión con un conjunto de coenunciadores[3]
aunque estos coenunciadores no pertenecen sino a una minoría ilustrada, con los que establece una relación donde prevalece
una coincidencia cuali-dentro de un universo de códigos compartidos.
¿Cómo construye su discurso este enunciador; cómo se puede establecer
la relación que une a quien enuncia y su contexto?. Se intentará responder a
estas preguntas entendiendo que “La cabeza piensa a partir de donde los pies
pisan, y todo punto de vista es sino la vista desde un punto”[4].
Se intentará analizar el discurso de Bernardo Monteagudo, buscando las
influencias roussonianas estableciendo como contexto histórico la etapa que va
de 1809 -la etapa de implosión imperial[5]-
hasta 1811, tratando de interpretar la
ilocución de Monteagudo, de establecer sentidos, direcciones de pensamiento,
objetivos y significados atribuidos a vocablos significativos en ese momento.
Expresiones como: despotismo, libertad,
patria, soberanía, a través del discurso de Monteagudo, abordan la consecución
de los destinos imaginados para los americanos, desacralizandolos, moviéndolos
del sentido que les había atribuido el orden establecido, desde que la tarea
intelectual de construcción de bienes simbólicos está dirigida a la formación del imaginario social de una época.
En los escritos de Bernardo Monteagudo se
intentará, por lo tanto, desentrañar desde dónde y hacia quién se dirige el
discurso, analizando el uso de palabras que, por entonces, asumen un carácter
fundante, considerando el contexto revolucionario en que se pronunciaban.
BERNARDO DE MONTEAGUDO.
Presentaremos, a continuación, algunos
aspectos de la vida de Bernardo Monteagudo, como para conocer su contexto, sus
estudios, su participación política. A pesar de provenir de una familia de
condición humilde, recibió una esmerada educación en los colegios que en la
época eran considerados los de mayor prestigio. Algunos de sus compañeros de
aquel entonces mas tarde participarían de la tarea revolucionaria. Es probable que de esa educación a la que pudo
acceder Monteagudo, proviniera posteriormente,
un estilo literario compartido con otros reconocidos hombres de
actividad pública destacada, debido a haber tenido maestros y lecturas comunes[6].
Justamente de ese grupo que compartía una
educación y lecturas comunes, se perfilan quienes disputan el poder a los
españoles, y particularmente un sector de intelectuales que, a través de su
aporte buscarán encauzar, cohesionar y dirigir el movimiento que se produjo cuando en América
se conoció la presencia de Napoleón en España.
Exactamente un año antes de los
acontecimientos de mayo de 1810 en el Río de la Plata, se produjo un
levantamiento popular en la ciudad de La Plata (también conocida como la “Ciudad de los
cuatro nombres”[7]).
De ese movimiento participó Bernardo Monteagudo. Ya por entonces jugó su
posición contraria a lo que denunciaba como despotismo de la monarquía
española.
Esa actitud despertó de parte de quienes ya
veían en él un potencial peligro, que para desacreditarlo en el medio social en el
cual se desenvolvía, utilizaran argumentos para atacarlo y neutralizar de ese
modo su potencial acción. Por ejemplo, la alusión a su madre, supuesta esclava africana, y el mote de mulato con el que se lo
mencionaba, implicaban el escarnio para ridiculizarlo, sin embargo él refutó el
ataque en estos términos: “Yo no hago alarde de contar entre mis mayores
títulos de nobleza adquiridos […]; pero
me lisonjeo de tener unos padres penetrados de honor, y decentes sin ser
nobles”[8].
Cronológicamente la actividad de Monteagudo
cobra protagonismo desde su estancia en la ciudad de La Plata. En
1808 había presentado allí su tesis de doctorado para la cual había contado como tutor al
Presbítero Troncoso, y como padrino al Oidor Ussoz y Mosi.
Monteagudo afirmó que se encontraba en la
ciudad de La Plata
(Chuquisaca) cuando aquel 25 de Mayo de
1809 -un año antes de lo que sería
conocido como Revolución de Mayo en el Río de la Plata-. se produjo el
levantamiento popular contra los abusos de las autoridades españolas. Monteagudo participó y algunos años después lo
relataba diciendo: “desde el 25 de mayo de 1809, mis pensamientos y todo mi ser
estaban consagrados a la revolución: me hallaba accidentalmente en la ciudad de
La Plata [donde
tomó] parte en aquél negocio […] ser patriota sin ser frenético por la
democracia era para mí una contradicción…”[9]
Monteagudo por entonces ya había escrito los
Diálogos entre Atahualpa y Fernando VII cuyo contenido podía ser reputado de subversivo
dado que en el relato el rey aparece muerto. Monteagudo imagina una escena que
transcurre en los Campos Elíseos, un diálogo entre el Inca y el rey en el cual pone
en boca del Inca un alegato dirigido a defender sus derechos sobre América
contra la cesión realizada por el Papa a la corona española.
Volviendo al levantamiento de 1809, éste terminó
con una cruenta represión por parte de las autoridades hispanas. Cuatro meses
más tarde, en agosto de 1809, las autoridades daban comienzo a la etapa de toma
de declaración para la consustanciación del proceso. Es en ese momento en que
aparecen las referencias por parte de alguno de los testigos, de la presencia y
participación de Bernardo Monteagudo en aquellos sucesos que abrirían el camino
a la Revolución
en tierras de América. Uno de los testigos, José Lorenzo Ruíz de Villegas
afirmó que:
“El
Dr. Don Bernardo de Monteagudo le dijo […] el día veinte y cinco, o veinte y
seis del pasado, que si se hubiese efectuado el que ellos hubiesen sofocado a
los Europeos estuviera mejor aquel gobierno que habían dado cuenta al Tribunal
de que él y sus aliados tenían una lista de los Europeos que recidían [SIC]
allí [confirmando] que si el tribunal hubiese tomado providencia contra alguno
de ellos hubiesen sido víctima del furor del Pueblo…”[10].
Solicitud del Dr. José Bernardo de Monteagudo para que se suspenda la causa seguida contra él |
Se pueden reconocer las ideas que acompañarían
a Monteagudo en sus escritos posteriores a través del testimonio de Ruíz de
Villegas. Por lo pronto es evidente que ya profesaba un
profundo rechazo hacia los españoles, fueran realistas o no, y también
expresaba su postura contraria al
despotismo. Más adelante, desde las páginas de Mártir o Libre rememorando aquellos días, se referiría en estos
términos al recordar sus días en La
Plata: “el intrépido pueblo de La Plata desenvainó la espada,
se vistió de cólera y derribó al mandatario que los sojuzgaba abriendo así la
primera brecha el muro colosal de los tiranos [y se opuso] al nuevo yugo”
-representado por Carlota Joaquina-, también lo exaltaría como el “virtuoso y perseguido pueblo” que no tardó en arrojar la máscara de Fernando VII
y erigir una junta protectora de los derechos del pueblo, para combatir al despotismo[11].
Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia |
Como ya se dijo, el movimiento, aislado,
fracasó y Monteagudo fue enviado a prisión. Sus escritos fueron considerados
sediciosos y se lo condenó a muerte.
Por
esos días ya era evidente la influencia
de Rousseau en su obra, y aun a pesar de
que por un “fiero regalismo”[12]
la Inquisición
había impuesto una férrea prohibición de la lectura y difusión de la obra del
filósofo ginebrino. No obstante, su lectura y discusión se realizaba en
Colegios y Universidades donde se educaban los jóvenes de la clase dirigente.
Esos espacios se constituían en centros de difusión que, si bien poseían un
anclaje en la religión y podía suponerse imposible el acceso a semejantes
lecturas, la presencia de los jesuitas fue
la que permitió la apertura a lecturas de Rousseau en los claustros. Mas tarde, a través de sus escritos, Monteagudo
expuso estas ideas continuadoras, desde La Gaceta de Buenos Aires de la tarea de Mariano Moreno.
LA
PRESENCIA DE ROUSSEAU EN LOS ACTOS
ILOCUTIVOS DE MONTEAGUDO
Las construcciones discursivas de
Monteagudo, además del contenido proposicional, van acompañadas de una fuerza ilocutiva que se
encuentra en directa relación con las circunstancias, propósitos y la
intencionalidad. Según Boleslao Lewin, se
manifiestan en las ideologías junto con premisas racionales, algunos ingredientes
emocionales que inciden en la construcción discursiva[13].
En los escritos de Monteagudo es permanente
la alusión a la realidad social construida sobre ideas pactistas, que denotan su
conocimiento de Rousseau. Por otra parte, la continuación de la obra de Moreno a través
de las páginas de La Gaceta, o en Mártir o Libre, lo posiciona como una
figura clave a la hora de contribuir a la construcción del imaginario de la Revolución, tanto como su preocupación por la creación de
un imaginario de la post Revolución que no permitiera que se perdiera todo lo
conseguido.
Su posición antirreligiosa y apasionada, lo
acerca al deísmo de Rousseau, coincidiendo en que la capacidad de razonar es un
don divino, sin aceptar mas dogma que la
soberanía del pueblo. No obstante, con una actitud pragmática no rechazó la
actuación del clero patriota, como la del Deán Funes quien, desafiando las prohibiciones
establecidas, difundió hábilmente a Rousseau mediante una crítica meticulosa
que le sirvió para explicarlo ampliamente.
Pero la formación que recibió Monteagudo en
claustros dirigidos por clérigos, quedó plasmada en sus escritos. En sus palabras se sacraliza la Revolución, es sagrada
la lucha por la libertad; la preocupación por la revolución es mostrar “un
fervor de apóstol en su propaganda revolucionaria”; o la discusión de cuestiones
políticas y administrativas constituyen el “catecismo constitucional para los pueblos”[14].
Las alusiones al pactismo las desliza condenando
a España porque, despóticamente, impuso la sujeción a América invocando un
derecho de donación del Papa. Monteagudo consideraba la inexistencia del pacto
basado en el hecho de que la dominación se produjo por la fuerza de las armas.
Aun así sostuvo la necesidad de rescindir el contrato que, como una cadena,
había sujetado América a la corona española. Además expresa que “El primer
derecho del pueblo […] es el de su propia seguridad y conservación…”[15]
y darse una organización sobre la base del pacto social. Lo contrario es la
tiranía que usurpa la soberanía del pueblo.
Por otra parte, otra idea que remite al pensamiento de
Rousseau, es la referida a la soberanía que “reside sólo en el pueblo y la autoridad
en las leyes cuyo primer vasallo es el príncipe”[16],
distinguiéndolo de la fuerza como mecanismo para imponer obediencia. La soberanía del pueblo es también, en
palabras de Monteagudo, la voluntad general del pueblo y la majestad del
pueblo, que es imprescriptible e inalienable. Remarca que el pueblo es la
primera fuente de autoridad, la soberanía es su derecho y la primera obligación
del soberano es respetar dicha majestad.
Condena de manera sistemática el despotismo
de España, y como contrapartida, convoca de manera permanente a conseguir la
independencia. En este punto conviene analizar
los alcances sociales y geográficos de sus palabras. En primer lugar hay
que considerar qué trata de lograr con
su discurso en ese momento histórico, y sin dudas, dicho por él, se trata de
lograr la independencia, considerando la soberanía popular para establecer un
gobierno con el cual el pueblo establecería el pacto. Por otra parte, ¿a qué grupos
iba dirigida su prédica?. Era clara su oposición a los españoles y, como quedó
dicho, aunque fueran estos partidarios de la causa patriota. Dentro de los
grupos dirigentes entonces su mensaje claramente estaba dirigido a los criollos de familias de posición acomodada
socialmente.
Ahora bien, no era común en la sociedad
colonial que la mujer tuviera acceso a la lectura de periódicos, con algunas
excepciones. Sin embargo escribe “A las Americanas del Sud”[17],
llamándolas a la participación revolucionaria, para que contribuyan desde su posición en la sociedad, pensando en el futuro
que quisieran para sus hijos. No obstante poner el acento en aspectos de
igualdad, dirigirse a la mujer para que elijan como americanas interesadas por
el futuro de sus hijos en una América que debe ser libre, sin embargo esa
América aun debía fundar sus nacionalidades y contenía esclavos y siervos.
Esto constituye un aspecto revolucionario
dentro de la misma Revolución, que tal vez reconozca como antecedente al venezolano Simón Rodríguez[18].
Si bien no se puede confirmar que Monteagudo conociera la obra del venezolano
sólo porque entre sus libros no había ninguna obra de Rodríguez, según el
inventario que, con motivo de un embargo
se practicó de los bienes de Monteagudo en
1815[19].
Por otra parte, cabe considerar la difusión
de su prédica desde el punto de vista del alcance geográfico. Pierre Bourdieu
señala que las producciones simbólicas contribuyen a la integración y
consolidación de la clase en la cual está inserto el intelectual que los
produce. En ese sentido sus escritos aparecían en periódicos cuyo destinatario
era el pueblo, entendido como los sectores en lucha por ganar espacios políticos
que detentaban los españoles. Por eso
sus escritos, desde La Gaceta, periódico
de circulación en Buenos Aires, y tiempo
después desde Mártir o Libre, cuya
difusión también se dio en el ámbito de Buenos Aires, difícilmente tuvieran
difusión en la campaña. Por lo tanto se propagó entre la clase dirigente porteña, tuvo una producción
y difusión urbana dentro de un círculo de quienes compartían sus ideas,
geográficamente ubicado en la ciudad puerto. No obstante ello, hace un llamado “A los
Pueblos Interiores” y de ellos a los “ciudadanos ilustrados”[20]
para sumarse a satisfacer los intereses de la patria y ayudar a los hombres de
Buenos Aires “para llenar este sagrado objeto”[21].
LAS PALABRAS COMO ELEMENTOS DE PROBLEMAS
Muchos términos incluidos en los artículos
de Bernardo de Monteagudo son revolucionarios e instalan problemas a resolver.
Hablar de Libertad, Independencia; formular expresiones referidas a la Patria; atacar al gobierno
imperante, la dominación dulce y suave, nombrándola como Despotismo, son sin dudas los
desafíos que propone, tanto como sostiene la Soberanía del pueblo.
Por entonces el mayor desafío expuesto por
Monteagudo era lograr una definición política que desembocara en la
independencia. Era consciente de esta situación por lo que insistía en la
importancia de la educación a la cual adjudicaba una importancia profunda para
lograr la difusión de las ideas. Por eso su preocupación por la libertad, como
“ejercicio de la razón misma”[22],
relacionada con necesidad de dar difusión de los derechos del
hombre, los que se expresaban en “un
lenguaje que muy pocos entendían”[23].
La educación fue un tema recurrente. Desde Mártir
o Libre insistió en que los pueblos se defienden cuando conocen sus
intereses, en tanto que la ignorancia es el origen de las desgracias del
hombre. El embrutecimiento resultaba la causa por la que se olvidaban los
derechos y se degradaba al hombre. Para él hay “Una autoridad de la ignorancia”
identificada con la monarquía española y la iglesia que está “…postrada en los
templos del Eterno [donde pide] por la muerte de un tirano [en tanto celebra]
con cantos y alabanzas el nacimiento de un déspota”[24].
Metafóricamente refiere que la Revolución es una
“época de salud” de América, aunque inquiere: “Pueblos, ¿Cuándo seréis tan
entusiastas por vuestra independencia…? […] vamos a ser independientes o morir
como héroes, imitando a los Guatimozines y Atahualpas”[25].
Para él, un pueblo que aspirara a la libertad debía estar decidido “a morir por
la causa de la humanidad que jamás teman el furor de los tiranos [aun sabiendo]
que las primeras páginas de la historia de un pueblo libra van siempre
manchadas por la sangre de sus mártires”[26].
¿De
dónde provienen estas ideas?. Se ha hecho referencia anteriormente que, en
1815, un inventario realizado de los bienes que poseía Don Bernardo dio como
resultado unos pocos muebles y los libros de su biblioteca personal. Recordando
el estudio realizado por el Dr. Jaime Peire, las bibliotecas brindan un aporte
sustancial para entender los discursos y los universos simbólicos de sus dueños[27].
Los libros de la biblioteca de
Monteagudo nos informan sobre lecturas que pudo haber realizado su dueño, por ejemplo, las Reflexiones sobre la revolución en Francia de Burke, editado en
inglés; un volumen de la Vida de Moreno; el Tratado de Legislación civil y penal de Bentham, y un Espíritu de la Enciclopedia,
editado en francés, entre otros muchos –y sin embargo ningún ejemplar de la
obra de Rousseau, prohibido desde fines del siglo XVIII en América, que, sin
embargo, conocía bien-.
La
Patria es, para Monteagudo, una referencia al suelo americano considerado
como un todo. En agosto de 1809 le escribe desde la ciudad de La Plata la Dr. José Antonio
Medina. Le informa que se ha frustrado su proyecto –en obvia alusión a los
hechos de mayo de 1809- y le comunica su decisión de viajar a Buenos aires
porque en la ciudad en la que se encuentra “el patriotismo se reputa por
preocupación”, en tanto que critica el egoísmo que identifica como “obediencia
al despotismo”[28]. En 1823 refiere, recordando esos años, que la dominación española convirtió el suelo
patrio en una espantosa soledad[29],
por eso los verdaderos patriotas buscaban la gloria de la patria y su
independencia de la metrópolis.
La represión que Sanz, Nieto y Córdoba
emprendieron contra los rebeldes de 1809, lo lleva a expresar, cuando fueron
llevados a ejecución, que se acercó al
patíbulo “para observar los efectos de la ira de la patria”. La patria
significaba la voluntad de los americanos que lograron que el día en que ellos
morían fuera el primero en que “volvieron a la vida todos los pueblos
oprimidos”[30].
Aquí se refiere a la patria como el conjunto de las voluntades americanas que
luchan por su libertad. El amor por la patria se identifica con la areté, la
suma de las habilidades y potencialidades del ciudadano que abarcan el
conocimiento, el valor, la excelencia en la lucha por la liberad y las leyes.
Buscando encauzar los esfuerzos de los que,
como él, asociaron las ideas de libertad
con la independencia y también con las de
democracia, alentó a la lucha en la que había que “morir por la causa de la
humanidad [sin temer jamás] el furor de los tiranos”[31].
Un documento, atribuido a Bernardo Monteagudo, hace referencia a estas ideas. Es difícil establecer fehacientemente si la
autoría del documento corresponde a este patriota, tal vez porque muchos de los
que participaron del movimiento revolucionario habían transitado las mismas
aulas y guardaban un matiz literario o cierto estilo similar en sus escritos. Aunque
no fuera de Monteagudo, lo cierto es que corresponde a otra pluma que por esa misma
época perseguía los mismos objetivos.
El documento está referido a los hechos de mayo de 1809 en La Plata, y se refiere a la
libertad en estos términos: “Es un problema demostrado por la experiencia que
el patriotismo inspirado por la virtud hace a los Pueblos idólatras de su fama
y libertad; y los prepara a obrar los mas
grandes sacrificios en defensa destos sagrados [dioses]”[32].
CONCLUSIONES
Las palabras nombran los objetos desde el
lugar desde el que se encuentra quien habla. Esta situación implica una
resignificación de los vocablos, adaptados al momento en que se emiten,
condicionados por una ideología del enunciador y, por lo tanto, volcando los
objetivos del que los emite. Cada
palabra en el contexto del discurso (el cotexto) se formula con una fuerza que
está orientada a convencer, a obtener un objetivo político. Las palabras
reflejan forma diversa los procesos de la sociedad y de la historia; ningún
vocablo conserva autonomía sino que son elementos de un proceso revolucionario.
En el
presente trabajo se analizaron escritos producidos por Bernardo Monteagudo y, a
través de sus palabras –y sus acciones-
se pudieron explorar los objetivos propuestos, el universo al cual los
dirigió y la construcción de su discurso, en relación a la situación americana entre 1809 y 1811.
Monteagudo
estuvo atento a los hechos ocurridos en España, y desde que se produjo la
invasión de Napoleón tuvo la real dimensión de lo que se podría lograr desde
América. En sus escritos trasunta con vehemencia los objetivos de independencia
de la metrópolis, y se puede notar una limitación de carácter social en cuanto
a quiénes son los destinatarios de sus palabras, los sectores vinculados a la
disputa del poder colonial, universitarios, criollos, con poder económico, pero
también una limitación de carácter espacial pues su difusión escrita a través
de los periódicos tuvo un alcance a estos sectores sociales ubicados en un
radio limitado espacialmente. Por otra parte, se pudo comprobar una apertura a
la participación dirigida a otros sectores
de la sociedad colonial habitualmente alejados de la actividad en el espacio
público, cuando dirige sus palabras a las mujeres americanas.
La posición que adopta para enunciar sus ideas
se manifiesta mediante la utilización de palabras que están vinculadas a un
tiempo, un lugar geográfico y un lugar socio-político. En el caso de Bernardo de Monteagudo, la construcción del discurso observa
influencia de autores de la
Ilustración, que imprime a los vocablos producidos. En ese
contexto los términos escogidos pierden su monosemia, su genealogía tradicional, modificada por la
necesidad de construcción de un nuevo imaginario de la Revolución. En tal sentido se puede
entender que la noción de Pueblo o Patria están desarrollándose en un campo de
cambios y discontinuidades, en tanto que se abren paso las ideas de Soberanía,
Libertad e Independencia se establecen como elementos de conflicto.
En el período analizado fue esta la acción
desarrollada por Bernardo de Monteagudo, en la cual no se han dejado de
considerar las circunstancias de su vida, los aportes de su educación y las
contingencias de la participación política a la que dedicó su breve existencia.
El aporte que, como intelectual introdujo a la Revolución, no sólo como
continuador de Mariano Moreno en La
Gaceta de Buenos Aires sino dando nuevo comienzo a las
actividades de la
Sociedad Patriótica, nutrieron y prolongaron el espíritu
revolucionario de Mayo. Prof. Mónica Oporto
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consultado el 1 de julio de 2008
.
[1] Williams (2008), 20
[2] Maingueneau (2008), 15
[3] Maingeneau ibid. p. 21, señala que este término, introducido por
A. Culioli, es mas apropiado que el
estático de “destinatario”. Coenunciador implica a los participantes en un rol
activo.
[4] Leonardo Boff. Un Doctor en la Sede de Pedro, en http://www.poderciudadano.org.pe/?p=816
[5] Francois_Xavier Guerra. La Nación en América Hispánica. El problema de los
Orígenes, en: Untref p. 2 y 8
[6] Ricardo Rojas. Noticia preliminar, en Monteagudo (1989), 19
[7] Charcas es el nombre prehispánico, La Plata el nombre adoptado en
la época virreinal, Chuquisaca el que adopta en la emancipación, y Sucre será
el nombre adoptado en el periodo republicano.
[8] Juan María Gutiérrez. Apuntes biográficos de escritores, oradores y
hombres de estado de la
República Argentina, en: Fregeiro (1879), 15
[9] Monteagudo (1989), 44
[10] Testimonio efectuado el día 5 de agosto de 1809, en Archivo General
de la Nación,
Sala IX División Colonia, sección 2088 nº 24-5-90
[11] Mártir o Libre, mayo 25 de 1812, en Weinberg (1965), 24
[12] Lewin (1980), 30
[13] Lewin (1980), 6
[14] Grito del Sud nº7: Proyecto político literario, T.I p. 50 y sig.,
en Fregeiro (1879), 68
[15] Gaceta de Buenos Airs, marzo 6 de 1812 en: Weinberg (19659; 63-64
[16] Oración inaugural pronunciada en la apertura de la Sociedad Patriótica
el 12 de enero de 1812, en Weinberg (1965), 12
[17] La Gaceta
de Buenos Aires, 20 de diciembre de 1811, en: Monteagudo ( s-f ), 49
[18] Simón Rodríguez (1769-1854) escritor fuertemente influenciado por
Rousseau, fue tutor de Simón Bolívar.
[19] Estracto del Inventario de Bienes Practicado en 1815(SIC), en: Fregeiro (1879), 433-435
[20] Fregeiro (1879), 48
[21] Monteagudo, s-f, 60
[22] Gaceta de Buenos Aires, febrero 14 de 1812 en: Weinberg (1965), 50
[23] Monteagudo (1989), 41
[25] Monteagudo s-f, 61
[26] Monteagudo s-f, 115 y 124
[27]Jaime Peire. Bibliotecas tardocoloniales, los libros como semióforos
culturales, 1767-1816, Untref
[28] Monteagudo (1989), 42
[29] Monteagudo (1989), 41
[30] Mártir o Libre, 12 de
enero de 1812, en Weinberg (1965), 12
[31] Monteagudo s-f, 115
[32] Archivo General de la Nación, Sala IX, Leg.
24-5-90, Juicio Imparcial nº3 folio 169, atribuido a Bernardo Monteagudo.