“Dormimos
en el piso, con la ropa de fajina y nada más. Si mirábamos arriba, veíamos las
estrellas por los boquetes que habían dejado las bombas. El frío era tremendo,
no teníamos comida y estábamos muy angustiados”. [1]
Desde 1901 se había establecido
el servicio militar obligatorio. Había sido instituido con el objetivo de
defender a la Patria. Los conscriptos prestaban
servicios en alguna de las Fuerzas (Ejército, Fuerza Aérea, Marina). Algunos
eran destacados para ir a formar parte del Regimiento de Granaderos creado por
el Gral. José de San Martín y tenían la misión de custodiar, en la Casa de Gobierno, al
presidente.
Aquél junio de 1955, el odio contra
todo lo que representaba el peronismo, provocó acciones desquiciadas. El feroz
ataque contra Perón iba a constituir el atentado más grande de la historia
argentina que se llevó la vida de casi 400 personas, en su mayoría civiles,
dejando más de mil heridos.
"El 16 de junio de 1955 no
murieron solamente ciudadanos de un partido determinado, murieron argentinos,
chicos que iban en colectivo, hombres y mujeres que por ahí salían a buscar
trabajo, a encontrarse con sus familiares, que salían de almorzar, murieron
argentinos que por ahí estaban de acuerdo con los que tiraban las bombas. pero
la incomprensión, la intolerancia y la irracionalidad de quienes las tiraban ni
siquiera ese tipo de cosas alcanzaba a medir, era tal la acción de odio, que no
importaba"[2].
En la Casa de Gobierno, fueron los
Granaderos los que se jugaron la vida por el Presidente. Muchos trabajadores se
sumaron para defender a Perón.
Nunca antes en la historia mundial un ejército bombardeó su propia
capital e hizo de la población civil el objetivo de sus ataques. Fue la
jornada más violenta de la
Argentina contemporánea, la más vergonzosa.
Los complotados querían matar a
Perón, pero, ¿si ellos sabían que Perón no estaba en la Casa de Gobierno, por qué
igual la bombardearon? ¿Por qué bombardearon la Plaza de Mayo donde
transitaba población civil, en un día que se esperaban ejercicios aéreos? ¿Por
qué destruyeron parte del Ministerio de Hacienda?. Nos hacemos, a la distancia estas preguntas
dolorosas con la visión que da la perspectiva del tiempo transcurrido: es muy
seguro que, además de matar a Perón, quisieran dejar un claro mensaje para
instalarlo en la sociedad. El mensaje estaba dirigido al pueblo peronista.
Lamentablemente el odio irracional de los que no comulgaban con las ideas del
peronismo –aunque no hubieran participado de los hechos-, por una parte, tanto
como la inacción y el “dejar hacer” de los “analfabetos políticos” (esos que
dicen “yo no me meto en política” pero, al tomar esa distancia, están tomando
partido) convalidaron, legitimaron, aquella masacre.
Aquellos hechos prenunciaban lo
que, dos décadas más tarde, fue el sistemático plan genocida cívico militar del
que no había precedente en nuestro país.
JUNIO, 1955.
Buenos Aires. La fuerza del
ataque aéreo de los aviones de la
Marina se encarnizó sobre la Casa de Gobierno. Allí presentaron defensa los
integrantes de los Granaderos a Caballo, que, dentro del Cuerpo del Ejército fuera
creado por José de San Martín. Este cuerpo tiene como misión escoltar y
garantizar la seguridad del presidente.
Fueron los granaderos a los que
le cupo la defensa, armas en mano y ofreciendo sus vidas, del orden
constitucional.
Paradojas.
En la trágica jornada, una de las
Fuerzas Armadas se cobraría la vida de los representantes de otra Fuerza. Anticipando
lo que vendría dos décadas más tarde, la misma mano que la madrugada del 24 de
marzo de 1976, pocos minutos después del golpe de estado, tomó por asalto el
domicilio del Cnel. Bernardo Alberte y lo arrojó al vacío desde la ventana del
sexto piso, y en las horas, días y años siguientes, secuestró torturó y mató a
miles de civiles.
Los que defendieron al Presidente Perón.
Se trataba los granaderos de la
clase 1934. Algunos de ellos: Miguel
Cernada (Formó parte del legendario regimiento creado por el General San
Martín. Estuvo custodiando la
Casa Rosada durante el bombardeo sobre la Plaza de Mayo); Robledo; Hugo Rodríguez (pertenecía
al Regimiento de Granaderos que custodiaba la Casa de Gobierno); Omar Lépori (del escuadrón Riobamba, hacía guardia por la entrada
de Rivadavia, por donde -todos los días a las 6 de la mañana- entraba el
presidente Juan Domingo Perón y por donde se retiraba alrededor de las 10); Diego
Ignacio Bermúdez (perteneciente al Regimiento de Palermo, oriundo de San
Miguel del Monte).
Ese 15 de junio los Granaderos habían
recibido la orden de hacer la guardia con el proyectil en la recámara, sin
seguro. Se les ordenó tirar “sin preguntar quién va”.
El “clima político” coincidía con
las condiciones meteorológicas. Gris, amenazante. La conspiración para derrocar a Perón era
imparable. El plan era derrocarlo y
matarlo. Luego, formar un gobierno provisional integrado por: radicales,
socialistas y conservadores.
Los golpistas habían destacado
una escuadra compuesta por treinta y cuatro aviones de la Marina de Guerra que
hicieron despegar desde la base de Punta Indio para dirigirla hacia el centro
porteño. Muchos aviones tenían pintada la leyenda “Cristo vence”, otros una
cruz cristiana superpuesta a una “V” peronista.
Además se completaba con tropas
del Batallón de Infantería de Marina y grupos civiles armados, comandados por
el vicealmirante Benjamín Gargiulo, que se disponían a marchar desde la Dársena Norte del
puerto de Buenos Aires para ocupar la Casa Rosada.
Estaban los que se hallaban apostados sobre Paseo Colón, eran unos 60
francotiradores de los denominados “comandos civiles”.
Alertado Perón por el Servicio de
Inteligencia, se trasladó al edificio del Ministerio de Guerra.
Pasado el mediodía comenzaron a
caer las primeras bombas sobre la
Casa de Gobierno y la Plaza de Mayo –testigo inmóvil de aquellas
muertes, de reclamos por la desaparición de personas; de reclamos
multipartidarios, de apoyos contra levantamientos de los que querían
“desordenar la casa”, y más recientemente, de quienes festejan fechas patrias-.
El ataque se prolongó hasta pasadas las 17.30 sobre la Plaza de Mayo, Paseo Colón y
varios edificios públicos que configuraron un horroroso campo de batalla.
Algunas bombas impactaron sobre un
trolebús en el que viajaban muchos niños. Murieron 58 de sus 60 pasajeros, la
mayoría niños de jardín de infantes. Las bombas cayeron también sobre
automóviles estacionados sobre la calle Hipólito Yrigoyen.
Las primeras tropas leales a
Perón partieron desde Palermo. “Yo iba en el primer micro –rememora Robledo–.
No sabíamos qué estaba pasando, pero cuando llegamos a la calle Corrientes la
gente nos vitoreó porque íbamos a defender la Casa de Gobierno. Cuando llegamos a la plaza
empezamos a ver los cadáveres en la calle, los autos destrozados, el trole
destruido”, señala y cierra los ojos, como si la imagen lo volviera a impactar,
igual que aquel día.“Yo pertenecía a la sección de armas pesadas. Los
voluntarios debíamos tripular orugas y tanques y dirigirnos hacia el lugar de
los bombardeos. Empezamos a marchar”, cuenta Bermúdez. Cernada relata que “la
noche del 15 la pasamos en la
Casa Rosada, pernoctamos en un subsuelo, preparados por
cualquier eventualidad. El momento llegó cuando escuchamos los estruendos de
las bombas. ‘A las armas’, dijeron y todo comenzó”. Retoma Robledo: “Cuando
llegamos a la explanada de la
Casa de Gobierno por Rivadavia, nos recibió un tableteo de
ametralladoras. Uno de los primeros tiros mató al chofer del micro, que se
llamaba Inchausti: le pegaron un
tiro preciso en la cabeza y murió instantáneamente. El micro seguía andando y Horacio Enran, que ahora vive en La Pampa, se arrastró y apagó
el motor. Le pegaron tres tiros en el hombro y en el brazo. Varios oficiales y
soldados saltaron del micro y se parapetaron en la Rosada, pero muchos no
pudimos salir. Desde el Ministerio de Marina seguían ametrallando a diestra y
siniestra. Estábamos rodeados de trolebuses incendiados, se escuchaban gritos,
había gente que corría. Parecía que estábamos en medio de un terremoto. Por el
lado de Paseo Colón se acercaban marinos y civiles, con brazaletes blancos y
amarillos, a los tiros. Ahí saqué una 45 que llevaba y empecé a tirar. Les
grité a los otros muchachos: ‘Rajemos que acá nos matan a todos’. Corrí hacia
la puerta de la custodia presidencial, intenté abrirla pero no pude. Recordé
películas de esa época y pensé: ‘Hago saltar la cerradura de un balazo’, pero
también pensé que mis compañeros podían estar protegiendo la puerta y podía
herirlos, o ellos herirme a mí creyendo que era la Marina. Golpeé con
la culata de mi pistola y grité que abrieran. En ese instante comenzaron los
tiros de las metralletas y las balas pegaban un metro arriba de mi cabeza,
sentía caer el polvo de la pared sobre mi pelo. Grité: ‘¡Abran que soy Robledo
del tercer escuadrón!’. Me abrió un sargento que me conocía. Entré. No me había
equivocado. Había veinte soldados con revólveres, escopetas y ametralladoras
defendiendo esa entrada. La misión era proteger la Casa de Gobierno. Si hubiera
tirado, me habrían ametrallado”. –¿Lo siguieron sus compañeros?–Entré solo,
pero alcancé a ver a uno, Casablanca,
escondido detrás de una rueda del micro. Cuando vio que me abrían salió
corriendo hacia el portón, pero una ráfaga de metralla lo barrió. Cayó. Estaba
lejos mío, parecía muy mal herido –Robledo hace una pausa, toma aire,
continúa–. Intenté ir a ayudarlo, pero el sargento me dijo: ‘¡No!, ¿no ves que
se está muriendo?’, y me tiró para adentro. Fue una sensación muy rara tener
que cerrar el portón con Casablanca afuera. Las lágrimas le quiebran la voz.
Bermúdez continúa el relato: “Entramos a la zona con las orugas, dimos la
vuelta por el frente de la Casa
de Gobierno y tuvimos el primer tiroteo contra los francotiradores apostados en
el Ministerio de Asuntos Técnicos. Después avanzamos hasta Paseo Colón y
enfrentamos a la infantería de marina, haciéndolos retroceder hasta el
ministerio. Después llegaron más tanques y los marinos sacaron la bandera
blanca. En ese momento apareció la gente que había llamado De Petri, el
dirigente de la CGT,
y nos pidió armamento para defender a Perón, no lo hicimos pero igual
permanecieron detrás de las orugas. En ese momento vimos que venían cinco
aviones del lado de La Boca,
pensamos que se había terminado todo, que los insurgentes habían perdido el
dominio del aire. Pero empezaron a barrer nuestros camiones y a la gente,
tiraban con ametralladoras y lanzaban bombas”.El plan golpista había fracasado.
Ningún otro regimiento, como esperaban los conspiradores, se había unido al alzamiento.
La artillería antiaérea había derribado algunos aviones. Los cabecillas
sediciosos decidieron escapar hacia el Uruguay, que había aceptado darles asilo
bajo la condición de que llegaran sin armas. En el comité de recepción montevideano los esperarían Carlos Suárez
Mason, futuro torturador de la dictadura videlista, y el socialista Américo
Ghioldi”[3].
Según el testimonio de Lépori: “Se decía que iban a pasar los aviones para
desagraviar la bandera, porque habían quemado una bandera. En vez de tirar flores,
empezaron a tirar bombas. La primera cayó por Irigoyen, e hizo un gran boquete.
La quinta bomba embocó en la claraboya y fue la que más daño hizo … La peor
parte fue en la plaza. Vi morir muchos civiles, fue horrible. Cuando llegaron
los tanques, los comandos civiles sacaron bandera blanca y el pueblo quiso
ir hacia ellos. Ahí mataron a muchos”.[4]
Según el testimonio de otro de
los granaderos que participó de aquella jornada, Rodríguez: “Luciano Benjamín Menéndez, capitán del
cuerpo de Granaderos, estaba en el lugar y no tocó un arma: charlaba como si
estuviera de veraneo”[5]
El 16 de Junio de 1955, el
Regimiento de Granaderos a Caballo "Gral. San Martín" (Escolta
Presidencial), intervino en la lucha con 2 Jefes, 16 Oficiales, 47 Suboficiales
y 265 Granaderos. Fueron heridos 3 oficiales, 3 Suboficiales y 19 Granaderos.
Fueron muertos 9 Granaderos.
Los nombres de los granaderos caídos aquella jornada:
Del 3° Escuadrón: José Alodio BAIGORRIA, Laudino CÓRDOBA, Mario
Benito DÍAZ, Orlando Heber MOCCA, Pedro
Leónidas PAZ. Todos estos fueron alcanzados por las balas cuando la columna
llegó a la Casa
de Gobierno por Paseo Colón. El Escuadrón avanzaba para entrar la Casa de Gobierno.
De la Sección Abastecimiento:
Ramón CÁRDENAS, conductor de un vehículo de la columna que transportaba el
refuerzo. Oscar Adolfo DRASICH conductor de otro vehículo que, al alcanzar el
lugar indicado para el desembarco, con gran serenidad y sentado al
volante, accionó la puerta para permitir el descenso del personal. Permaneció en
su puesto hasta que el último Granadero descendió. En momentos en que se disponía
a hacerlo él, fue alcanzado por un proyectil que lo hirió. Murió días después, el
25-6-55. Rafael Sotelo INCHAUSTI conductor del otro vehículo de la columna
motorizada. Mientras conducía fue herido, pero continuó conduciendo hasta
alcanzar la puerta de entrada de Casa de Gobierno. Detuvo allí su vehículo, y
en ese momento lo volvieron a balear, cayó sin vida sobre el volante.
De Armamento Pesado: Víctor Enrique
NAVARRO. Miembro de la fracción que tenía a su cargo la defensa antiaérea. En
oportunidad en que atravesaba la terraza de la Casa de Gobierno para
el abastecimiento de munición, fue alcanzado y herido mortalmente por los
proyectiles.
UNA ESCUELA.
La escuela EPB nº 82 del barrio de Los Pinos del partido de
La Matanza
fue bautizada, después de tantos años de su creación, con el nombre de
«Granaderos Reservistas». Al acto asistieron granaderos de la clase 34. Nueve de
sus aulas fueron bautizadas con los nombres de aquellos conscriptos que cayeron
defendiendo a la
Constitución y al Presidente de la Nación[6] .
QUEDA PENDIENTE
La resistencia armada de un grupo
de granaderos, “colimbas” de entre 20 y 21 años, que enfrentaron el durísimo
ataque. Un estimado teórico indica que el peso total de las bombas arrojadas pudo ser de 13,8 toneladas.
Dejaron la vida en aquella
jornada de horror, defendiendo el orden constitucional: José Alodio Baigorria,
Laudino Córdoba, Mario Benito Díaz, Orlando Heber Mocca, Pedro Leónidas Paz,
Ramón Cárdenas, Oscar Adolfo Drasich, Rafael Sotelo Inchausti y Víctor Enrique Navarro.
Dijo uno de aquellos Granderos, Miguel Cernada: “Nadie parece acordarse de nosotros. Defendimos un gobierno constitucional y creo que eso amerita un reconocimiento. Lo único que hicieron fue colocar una placa grande en el patio de la Casa de Gobierno con todos nuestros nombres, pero fuimos olvidados”.
[1] Hugo Rodríguez. Pertenecía al Regimiento
de Granaderos que custodiaba la
Casa de Gobierno
http://www.puntal.com.ar/noticia.php?id=128016
[2] Néstor Kirchner, 16 de
junio de 2005
[4] http://www.puntal.com.ar/noticia.php?id=128016
[5] http://www.puntal.com.ar/noticia.php?id=128016
[6] http://www.periodicolabarra.com.ar/2009/05_may09/La_barra_Educacion.htm#reservistas