martes, 16 de junio de 2015

LOS GRANADEROS QUE EL 16 DE JUNIO DE 1955 DEFENDIERON CON SU VIDA LA DEMOCRACIA




   

“Dormimos en el piso, con la ropa de fajina y nada más. Si mirábamos arriba, veíamos las estrellas por los boquetes que habían dejado las bombas. El frío era tremendo, no teníamos comida y estábamos muy angustiados”. [1]
Desde 1901 se había establecido el servicio militar obligatorio. Había sido instituido con el objetivo de defender a la Patria.  Los conscriptos prestaban servicios en alguna de las Fuerzas (Ejército, Fuerza Aérea, Marina). Algunos eran destacados para ir a formar parte del Regimiento de Granaderos creado por el Gral. José de San Martín y tenían la misión de custodiar, en la Casa de Gobierno, al presidente.  

Aquél junio de 1955, el odio contra todo lo que representaba el peronismo, provocó acciones desquiciadas. El feroz ataque contra Perón iba a constituir el atentado más grande de la historia argentina que se llevó la vida de casi 400 personas, en su mayoría civiles, dejando más de mil heridos.
"El 16 de junio de 1955 no murieron solamente ciudadanos de un partido determinado, murieron argentinos, chicos que iban en colectivo, hombres y mujeres que por ahí salían a buscar trabajo, a encontrarse con sus familiares, que salían de almorzar, murieron argentinos que por ahí estaban de acuerdo con los que tiraban las bombas. pero la incomprensión, la intolerancia y la irracionalidad de quienes las tiraban ni siquiera ese tipo de cosas alcanzaba a medir, era tal la acción de odio, que no importaba"[2].
En la Casa de Gobierno, fueron los Granaderos los que se jugaron la vida por el Presidente. Muchos trabajadores se sumaron para defender a Perón.
Nunca antes en la historia mundial un ejército bombardeó su propia capital e hizo de la población civil el objetivo de sus ataques. Fue la jornada más violenta de la Argentina contemporánea, la más vergonzosa.
Los complotados querían matar a Perón, pero, ¿si ellos sabían que Perón no estaba en la Casa de Gobierno, por qué igual la bombardearon? ¿Por qué bombardearon la Plaza de Mayo donde transitaba población civil, en un día que se esperaban ejercicios aéreos? ¿Por qué destruyeron parte del Ministerio de Hacienda?.  Nos hacemos, a la distancia estas preguntas dolorosas con la visión que da la perspectiva del tiempo transcurrido: es muy seguro que, además de matar a Perón, quisieran dejar un claro mensaje para instalarlo en la sociedad. El mensaje estaba dirigido al pueblo peronista. Lamentablemente el odio irracional de los que no comulgaban con las ideas del peronismo –aunque no hubieran participado de los hechos-, por una parte, tanto como la inacción y el “dejar hacer” de los “analfabetos políticos” (esos que dicen “yo no me meto en política” pero, al tomar esa distancia, están tomando partido) convalidaron, legitimaron, aquella masacre. 
Aquellos hechos prenunciaban lo que, dos décadas más tarde, fue el sistemático plan genocida cívico militar del que no había precedente en nuestro país.

JUNIO, 1955.

Buenos Aires. La fuerza del ataque aéreo de los aviones de la Marina se encarnizó sobre la Casa de Gobierno. Allí presentaron defensa los integrantes de los Granaderos a Caballo, que, dentro del Cuerpo del Ejército fuera creado por José de San Martín. Este cuerpo tiene como misión escoltar y garantizar la seguridad del presidente.
Fueron los granaderos a los que le cupo la defensa, armas en mano y ofreciendo sus vidas, del orden constitucional.

Paradojas.
En la trágica jornada, una de las Fuerzas Armadas se cobraría la vida de los representantes de otra Fuerza. Anticipando lo que vendría dos décadas más tarde, la misma mano que la madrugada del 24 de marzo de 1976, pocos minutos después del golpe de estado, tomó por asalto el domicilio del Cnel. Bernardo Alberte y lo arrojó al vacío desde la ventana del sexto piso, y en las horas, días y años siguientes, secuestró torturó y mató a miles de civiles.

Los que defendieron al Presidente Perón.
Se trataba los granaderos de la clase 1934. Algunos de ellos: Miguel Cernada (Formó parte del legendario regimiento creado por el General San Martín. Estuvo custodiando la Casa Rosada durante el bombardeo sobre la Plaza de Mayo); Robledo; Hugo Rodríguez (pertenecía al Regimiento de Granaderos que custodiaba la Casa de Gobierno); Omar Lépori (del escuadrón Riobamba, hacía guardia por la entrada de Rivadavia, por donde -todos los días a las 6 de la mañana- entraba el presidente Juan Domingo Perón y por donde se retiraba alrededor de las 10);  Diego Ignacio Bermúdez (perteneciente al Regimiento de Palermo, oriundo de San Miguel del Monte).
Ese 15 de junio los Granaderos habían recibido la orden de hacer la guardia con el proyectil en la recámara, sin seguro. Se les ordenó tirar “sin preguntar quién va”. 

El “clima político” coincidía con las condiciones meteorológicas. Gris, amenazante.  La conspiración para derrocar a Perón era imparable.  El plan era derrocarlo y matarlo. Luego, formar un gobierno provisional integrado por: radicales, socialistas y conservadores.

Los golpistas habían destacado una escuadra compuesta por treinta y cuatro aviones de la Marina de Guerra que hicieron despegar desde la base de Punta Indio para dirigirla hacia el centro porteño. Muchos aviones tenían pintada la leyenda “Cristo vence”, otros una cruz cristiana superpuesta a una “V” peronista.
Además se completaba con tropas del Batallón de Infantería de Marina y grupos civiles armados, comandados por el vicealmirante Benjamín Gargiulo, que se disponían a marchar desde la Dársena Norte del puerto de Buenos Aires para ocupar la Casa Rosada.  Estaban los que se hallaban apostados sobre Paseo Colón, eran unos 60 francotiradores de los denominados “comandos civiles”.
Alertado Perón por el Servicio de Inteligencia, se trasladó al edificio del Ministerio de Guerra.

Pasado el mediodía comenzaron a caer las primeras bombas sobre la Casa de Gobierno y la Plaza de Mayo –testigo inmóvil de aquellas muertes, de reclamos por la desaparición de personas; de reclamos multipartidarios, de apoyos contra levantamientos de los que querían “desordenar la casa”, y más recientemente, de quienes festejan fechas patrias-. El ataque se prolongó hasta pasadas las 17.30 sobre la Plaza de Mayo, Paseo Colón y varios edificios públicos que configuraron un horroroso campo de batalla.
Algunas bombas impactaron sobre un trolebús en el que viajaban muchos niños. Murieron 58 de sus 60 pasajeros, la mayoría niños de jardín de infantes. Las bombas cayeron también sobre automóviles estacionados sobre la calle Hipólito Yrigoyen.

Las primeras tropas leales a Perón partieron desde Palermo.  “Yo iba en el primer micro –rememora Robledo–. No sabíamos qué estaba pasando, pero cuando llegamos a la calle Corrientes la gente nos vitoreó porque íbamos a defender la Casa de Gobierno. Cuando llegamos a la plaza empezamos a ver los cadáveres en la calle, los autos destrozados, el trole destruido”, señala y cierra los ojos, como si la imagen lo volviera a impactar, igual que aquel día.“Yo pertenecía a la sección de armas pesadas. Los voluntarios debíamos tripular orugas y tanques y dirigirnos hacia el lugar de los bombardeos. Empezamos a marchar”, cuenta Bermúdez. Cernada relata que “la noche del 15 la pasamos en la Casa Rosada, pernoctamos en un subsuelo, preparados por cualquier eventualidad. El momento llegó cuando escuchamos los estruendos de las bombas. ‘A las armas’, dijeron y todo comenzó”. Retoma Robledo: “Cuando llegamos a la explanada de la Casa de Gobierno por Rivadavia, nos recibió un tableteo de ametralladoras. Uno de los primeros tiros mató al chofer del micro, que se llamaba Inchausti: le pegaron un tiro preciso en la cabeza y murió instantáneamente. El micro seguía andando y Horacio Enran, que ahora vive en La Pampa, se arrastró y apagó el motor. Le pegaron tres tiros en el hombro y en el brazo. Varios oficiales y soldados saltaron del micro y se parapetaron en la Rosada, pero muchos no pudimos salir. Desde el Ministerio de Marina seguían ametrallando a diestra y siniestra. Estábamos rodeados de trolebuses incendiados, se escuchaban gritos, había gente que corría. Parecía que estábamos en medio de un terremoto. Por el lado de Paseo Colón se acercaban marinos y civiles, con brazaletes blancos y amarillos, a los tiros. Ahí saqué una 45 que llevaba y empecé a tirar. Les grité a los otros muchachos: ‘Rajemos que acá nos matan a todos’. Corrí hacia la puerta de la custodia presidencial, intenté abrirla pero no pude. Recordé películas de esa época y pensé: ‘Hago saltar la cerradura de un balazo’, pero también pensé que mis compañeros podían estar protegiendo la puerta y podía herirlos, o ellos herirme a mí creyendo que era la Marina. Golpeé con la culata de mi pistola y grité que abrieran. En ese instante comenzaron los tiros de las metralletas y las balas pegaban un metro arriba de mi cabeza, sentía caer el polvo de la pared sobre mi pelo. Grité: ‘¡Abran que soy Robledo del tercer escuadrón!’. Me abrió un sargento que me conocía. Entré. No me había equivocado. Había veinte soldados con revólveres, escopetas y ametralladoras defendiendo esa entrada. La misión era proteger la Casa de Gobierno. Si hubiera tirado, me habrían ametrallado”. –¿Lo siguieron sus compañeros?–Entré solo, pero alcancé a ver a uno, Casablanca, escondido detrás de una rueda del micro. Cuando vio que me abrían salió corriendo hacia el portón, pero una ráfaga de metralla lo barrió. Cayó. Estaba lejos mío, parecía muy mal herido –Robledo hace una pausa, toma aire, continúa–. Intenté ir a ayudarlo, pero el sargento me dijo: ‘¡No!, ¿no ves que se está muriendo?’, y me tiró para adentro. Fue una sensación muy rara tener que cerrar el portón con Casablanca afuera. Las lágrimas le quiebran la voz. Bermúdez continúa el relato: “Entramos a la zona con las orugas, dimos la vuelta por el frente de la Casa de Gobierno y tuvimos el primer tiroteo contra los francotiradores apostados en el Ministerio de Asuntos Técnicos. Después avanzamos hasta Paseo Colón y enfrentamos a la infantería de marina, haciéndolos retroceder hasta el ministerio. Después llegaron más tanques y los marinos sacaron la bandera blanca. En ese momento apareció la gente que había llamado De Petri, el dirigente de la CGT, y nos pidió armamento para defender a Perón, no lo hicimos pero igual permanecieron detrás de las orugas. En ese momento vimos que venían cinco aviones del lado de La Boca, pensamos que se había terminado todo, que los insurgentes habían perdido el dominio del aire. Pero empezaron a barrer nuestros camiones y a la gente, tiraban con ametralladoras y lanzaban bombas”.El plan golpista había fracasado. Ningún otro regimiento, como esperaban los conspiradores, se había unido al alzamiento. La artillería antiaérea había derribado algunos aviones. Los cabecillas sediciosos decidieron escapar hacia el Uruguay, que había aceptado darles asilo bajo la condición de que llegaran sin armas. En el comité de recepción montevideano los esperarían Carlos Suárez Mason, futuro torturador de la dictadura videlista, y el socialista Américo Ghioldi[3].

Según el testimonio de Lépori: “Se decía que iban a pasar los aviones para desagraviar la bandera, porque habían quemado una bandera. En vez de tirar flores, empezaron a tirar bombas. La primera cayó por Irigoyen, e hizo un gran boquete. La quinta bomba embocó en la claraboya y fue la que más daño hizo … La peor parte fue en la plaza. Vi morir muchos civiles, fue horrible. Cuando llegaron los tanques, los comandos civiles sacaron bandera blanca y el pueblo quiso ir hacia ellos. Ahí mataron a muchos”.[4]

Según el testimonio de otro de los granaderos que participó de aquella jornada, Rodríguez: “Luciano Benjamín Menéndez, capitán del cuerpo de Granaderos, estaba en el lugar y no tocó un arma: charlaba como si estuviera de veraneo”[5]

El 16 de Junio de 1955, el Regimiento de Granaderos a Caballo "Gral. San Martín" (Escolta Presidencial), intervino en la lucha con 2 Jefes, 16 Oficiales, 47 Suboficiales y 265 Granaderos. Fueron heridos 3 oficiales, 3 Suboficiales y 19 Granaderos. Fueron muertos 9 Granaderos.

Los nombres de los granaderos caídos aquella jornada:
Del 3° Escuadrón: José Alodio BAIGORRIA, Laudino  CÓRDOBA, Mario Benito DÍAZ,  Orlando Heber MOCCA, Pedro Leónidas PAZ. Todos estos fueron alcanzados por las balas cuando la columna llegó a la Casa de Gobierno  por Paseo Colón. El Escuadrón avanzaba para entrar la Casa de Gobierno.
De la Sección Abastecimiento: Ramón CÁRDENAS, conductor de un vehículo de la columna que transportaba el refuerzo. Oscar Adolfo DRASICH conductor de otro vehículo que, al alcanzar el lugar indicado para el desembarco,  con gran serenidad y sentado al volante, accionó la puerta para permitir el descenso del personal. Permaneció en su puesto hasta que el último Granadero descendió. En momentos en que se disponía a hacerlo él, fue alcanzado por un proyectil que lo hirió. Murió días después, el 25-6-55. Rafael Sotelo INCHAUSTI conductor del otro vehículo de la columna motorizada. Mientras conducía fue herido, pero continuó conduciendo hasta alcanzar la puerta de entrada de Casa de Gobierno. Detuvo allí su vehículo, y en ese momento lo volvieron a balear, cayó sin vida sobre el volante.   
De Armamento Pesado: Víctor Enrique NAVARRO. Miembro de la fracción que tenía a su cargo la defensa antiaérea. En oportunidad  en que atravesaba la terraza de la Casa de Gobierno para  el abastecimiento de munición, fue alcanzado y herido mortalmente por los proyectiles.

UNA ESCUELA.
La escuela EPB nº 82 del barrio de Los Pinos del partido de La Matanza fue bautizada, después de tantos años de su creación, con el nombre de «Granaderos Reservistas». Al acto asistieron granaderos de la clase 34. Nueve de sus aulas fueron bautizadas con los nombres de aquellos conscriptos que cayeron defendiendo a la Constitución y al Presidente de la Nación[6] .  
QUEDA PENDIENTE

La resistencia armada de un grupo de granaderos, “colimbas” de entre 20 y 21 años, que enfrentaron el durísimo ataque. Un estimado teórico indica que el peso total de las bombas arrojadas pudo ser de 13,8 toneladas.
Dejaron la vida en aquella jornada de horror, defendiendo el orden constitucional: José Alodio Baigorria, Laudino Córdoba, Mario Benito Díaz, Orlando Heber Mocca, Pedro Leónidas Paz, Ramón Cárdenas, Oscar Adolfo Drasich, Rafael Sotelo Inchausti y Víctor  Enrique Navarro. 

Dijo uno de aquellos Granderos, Miguel Cernada: “Nadie parece acordarse de nosotros. Defendimos un gobierno constitucional y creo que eso amerita un reconocimiento. Lo único que hicieron fue colocar una placa grande en el patio de la Casa de Gobierno con todos nuestros nombres, pero fuimos olvidados”. 






[1] Hugo Rodríguez. Pertenecía al Regimiento de Granaderos que custodiaba la Casa de Gobierno http://www.puntal.com.ar/noticia.php?id=128016

[2] Néstor Kirchner, 16 de junio de 2005
[4] http://www.puntal.com.ar/noticia.php?id=128016
[5] http://www.puntal.com.ar/noticia.php?id=128016
[6] http://www.periodicolabarra.com.ar/2009/05_may09/La_barra_Educacion.htm#reservistas