25 de octubre
"Poco valía, en Colombia, la vida de un hombre. La de un campesino, casi nada. Nada valía la vida de un indio, y la vida de un indio rebelde, menos que nada.
Sin embargo, inexplicablemente, Quintín Lame murió de viejo, en 1967.
Había nacido en este día de 1880, y había vivido sus muchos años preso o peleando.
En el Tolima, uno de los escenarios de sus malandanzas, fue encarcelado ciento ocho veces.
En las fotos policiales aparecía siempre con los ojos en compota, por los saludos de entrada, y la cabeza rapada, para quitarle fuerza.
Los dueños de la tierra temblaban al escuchar su nombre, y está visto que también la muerte le tenía terror.
Hombre de hablar suavecito y gestos delicados, Quintín caminaba Colombia alzando a los pueblos indios:
-Nosotros no hemos venido, como puercos sin horqueta, a meternos en sembado ajeno. Esta tierra es nuestra tierra- decía Quintín, y sus arengas eran clases de historia. Él contaba el pasado de aquel presente, el porqué y el cuándo de tanta desdicha: desde el antes, se podía ir inventando otro después."
de: Eduardo Galeano
LA YAPA palabras de Quintín Lame
“Pero yo debo defender a capa y espada la Conciencia Nacional que es un
parque glorioso donde se ha escapado el indígena hasta hoy de nuestros
enemigos perseguidores de nuestros bienes, etc; allá está la
inteligencia de Don José María Mallarino y de Don José Manuel Pontón en
el año de 1906 y también la inteligencia del Papa San Pioquinto a favor
de los Resguardos Indígenas en el Valle de Poenza hoy Popayán en el
punto denominado “Los Cerillos”, sentencia que se encuentra en el tomo
VI Tierras del Cauca, historia que está guardada en el Archivo Colonial
de esa ciudad; allá está la defensa de los indígenas de Fray Bartolomé
de las Casas ante las Cortes de España; ahí está el pensamiento de
defensa del libertador Simón Bolívar a favor de los indígenas de Pasto
cuando le escribió una hermosa carta al candidato que iba a tomar el
puesto de Calibío que acompañaban al Capitán Cabal en el punto de
Piendamó contra el bravo Sámano; pero hoy no se encuentra en Colombia
una estatua de un Atahualpa, de un Bochica como se encuentra en las
demás Repúblicas hermanas; porque en Colombia ha sido y es la mansión
del odio y la envidia contra el indígena, pues son enemigos algunos
cleros de mis campañas, de mis actuaciones; me refiero al folleto que
publicó el R.P. Gonzalo Vidal titulado con el nombre de “Camisa de once
varas”, en el Departamento del Cauca distrito de Popayán; pero yo le di
contestación respetando la autoridad espiritual que tiene un sacerdote;
esto fue en el año de 1914; razón por la cual trató de negarse a darme
una declaración en 1918 el mismo sacerdote, pero yo recurrí al Superior.
Allá está la defensa del doctor Miguel Abadía Méndez a favor mío cuando
pidió ante las Cámaras legislativas el doctor Guillermo Valencia me
desterraran de Colombia; allá está la defensa de Colombia que le ofrecí
al primer Magistrado ante el Palacio de la Carrera doctor Olaya Herrera
para salir espontáneamente con cinco mil indios a castigar el invasor en
las fronteras Amazónicas general Sánchez Cerro, y que yo deseaba era ir
personalmente a presentar mi espada contra el invasor dirigiendo esos
cinco mil muchachos, flotando con heroísmo las sienes de nuestra Patria
con la bandera tricolor, en la forma que me tocó en la invasión en las
fronteras del Ecuador con Colombia con el general Avelino Rosas en el
año de 1903 a 1904, yo era del Batallón Calibío; después del Combate
tomé la trencilla de teniente ayudante, yo iba al mando del Coronel y
militar Bernal, siendo yo sargento segundo; pero la historia no dice
nada y absolutamente nada motivó a la cobardía del historiador o la
envidia de éste.
Los combates en donde se presentaron quisiera yo
citarlos, pero me reservo para no sembrar la desconfianza en el corazón
de los míos, y que mañana sin distingo de colores sean los nobles
gigantes para castigar al atrevido invasor que viene a ultrajar a
Nuestra Madre Patria.”
Texto tomado del libro "En defensa de mi raza" de Manuel Quintin Lame
Publicaciones de la Rosca. Bogota, 1971