"En 1547, cuando sintió que la muerte le estaba haciendo cosquillas, Hernán Cortés mandó que lo sepultaran en México, en el convento de Coyoacán, que iba a honrar su memoria. Cuando murió, el convento seguía en veremos, y el difunto tuvo que alojarse en diversos domicilios de Sevilla.
Por fin consiguió lugar en un barco que lo llevó a México, donde encontró residencia, junto a su madre, en la iglesia de San Francisco de Texcoco. De ahí pasó a otra iglesia, junto al último de sus hijos, hasta que el virrey ordenó que se mudara al Hospital de Jesús y que se quedara allí, guardado en lugar secreto, a salvo de los patriotas mexicanos locos de ganas de profanarlo.
La llave de la urna fue pasando de mano en mano, de fraile en fraile, durante más de un siglo y medio, hasta que no hace mucho los científicos muertólogos confirmaron que esa pésima dentadura y esos huesos marcados por la sífilis son todo lo que queda del cuerpo de conquistador de México.
Del alma, nada se sabe. Dicen que dicen que Cortés había encargado esa tarea a un almero de Usumacinta, un indio llamado Tomás, que tenía un almario donde guardaba, en frasquitos, las almas idas en el último suspiro; pero eso nunca se pudo confirmar".
De: Eduardo Galeano.
LA YAPA
La historia de los huesos de Hernán Cortés
La muerte de Hernán Cortés, conquistador de México
y marqués del Valle de Oaxaca, ocurrió la noche del viernes
2 de diciembre de 1547, cuando tenía la edad de 62 años. A
partir de entonces, los huesos de Cortés no encontrarán un
sitio permanente de reposo, pues serán constantemente cambiados de
lugar por varias razones.
Su testamento fue redactado entre el 11 y 12 de octubre de 1547, y en
él planeó sus funerales. Solicitaba ser enterrado en la iglesia
de la parroquia donde muriese, sin embargo, este testamento fue modificado
poco tiempo después, y se dio a las albaceas de Cortés la libertad
para decidir sobre este tema.
Así, el domingo 4 de diciembre de 1547 comenzaron las ceremonias
fúnebres, con curas, capellanes, frailes; cincuenta pobres vestidos
con "ropas largas de paño y caperuzas"; además de todos los
criados del marqués propiamente vestidos de luto. El prior del monasterio
pidió que se abriera la caja fúnebre para reconocer el cuerpo
del marqués, y hecho esto, el féretro se depositó "en
medio de las gradas del altar mayor del monasterio, que era el mausoleo del
duque de Medina Sidonia", en San Isidoro del Campo, Sevilla. En este entierro,
se puso el siguiente epitafio ordenado por el segundo marqués del
Valle (Martín Cortés):
Padre cuya suerte impropiamente / Aqueste bajo mundo poseía /
Valor que nuestra edad enriquecía, / Descansa ahora en paz,
eternamente.
San Isidoro del Campo (Foto: Felix Hinz)
Tres años después, en 1550, sus restos fueron trasladados
junto al altar de Santa Catarina en la misma iglesia, por necesidad de espacio
en el mausoleo del duque de Medina Sidonia.
En su Testamento, Hernán Cortés disponía que sus
restos fuesen trasladados a un monasterio que él había encargado
construir en Coyoacán, de ser posible antes de diez años de
cumplida su muerte. Este monasterio nunca fue construido, y el dinero encargado
por Cortés fue destinado a otras labores por el cabildo de la ciudad
de México.
Finalmente en 1566, quince años después de la muerte de
Cortés, sus restos fueron trasladados a la Nueva España en
una urna cerrada, forrada en terciopelo. Como no existía el monasterio
de Coyoacán, se le dio sepultura en la iglesia San Francisco de Texcoco,
donde estaban enterradas su madre (Catalina Pizarro) y una de sus hijas.
En este sitio reposarán los huesos 63 años.
Al morir en 1629 don Pedro Cortés, cuarto marqués del
Valle, y último en la línea de descendencia masculina, se decide
enterrarlo en la iglesia de los franciscanos en México. Así,
el virrey y el arzobispo aprovechan la ocasión y trasladan junto con
don Pedro, los restos de su gran abuelo Hernán Cortés a donde
"tomó descanso el último de sus herederos varones". Los huesos
de Cortés fueron mantenidos durante nueve días en la sala principal
del palacio de su estado en donde se honraron. Posteriormente, se abrió
un nicho en la pared detrás del Sagrario de la iglesia de franciscanos,
y se depositó la urna de los huesos, resguardada por una puerta doble
de hierro y madera dorada, con cristal. Sitio donde pemanecerán por
87 años, y se grabó la siguiente inscripción:
"Ferdinandi Cortés ossa servatur hic famosa".
Posteriormente, en 1716 vuelven a cambiar los restos de lugar, y los
trasladan a la parte posterior del retablo mayor, en la misma iglesia. En
este sitio permanecerán 78 años.
En 1794, se sacó la urna de madera dorada y cristales, con cuatro
asas de plata, y que tenía en la cabecera pintadas las armas del
marqués. Dentro de la urna se hallaron los huesos envueltos en una
sabana, bordada de seda negra y con encaje. El cráneo estaba en un
pañuelo de la misma tela con encaje blanco en la orilla. La urna fué
trasladada al Hospital de Jesús, fundado por Hernán
Cortés.
Los huesos de Hernán Cortés
El 8 de noviembre del mismo año, se alfombró la iglesia
de Jesús, se colocaron treinta blandones de plata en el sepulcro,
que constaba de un zócalo, una urna con un busto del conquistador
hecho por Manuel Tolsá, y una estela con el escudo del Marqués
dorado a fuego. Todo hecho de mármol. La ceremonia se anunció
con campanas por toda la ciudad y fue celebrada por Fray. Servando Teresa
de Mier. En este sitio reposarán por 23 años.
Copia del busto de Hernán Cortés, hecho por Manuel
Tolsá. (Foto: Xavier López Medellín)
En 1823 era casi inminente la profanación de este monumento por
el movimiento de independencia y sus partidarios, que querían quemar
los restos del conquistador en la plaza de San Lázaro, por lo que
fue preciso esconder los restos de Cortés. Para ello, el Ministro
don Lucas Alamán, junto con el capellán mayor del Hospital,
doctor Joaquín Canales, la noche del 15 de septiembre de 1823 extrajeron
los huesos de su mausoleo, y los colocaron bajo la tarima del hospital de
Jesús. El mausoleo fue desmantelado y el busto y armas de bronce dorado
se remitieron a Palermo, con el señor duque de Terranova. Con este
traslado se hizo creer que los huesos ya no estaban en México. Bajo
esta tarima se resguardaron los huesos de Cortés 13 años.
De debajo de la tarima del altar mayor, se cambian en 1836 a un nicho
en el muro del lado del Evangelio, en donde estaba el monumento, y se cierra
el nicho sin ninguna otra referencia. En este nicho estuvieron reposando
en secreto 110 años.
Alamán entrega a la Embajada de España una copia del llamado
"Documento del año 1836" que revelaba el lugar del secreto entierro
del marqués, esta copia se mantuvo en secreto. En 1946 se tuvo acceso
a este documento por parte de algunos investigadores de El Colegio de
México, quienes convencidos de su autenticidad decidieron buscar los
restos ocultos.
El domingo 24 de noviembre comenzó la excavación en el
lugar del muro contiguo al altar mayor que señalaba el documento.
Dos horas después, descubrieron una gran losa que ocultaba la bóveda
con la urna. Finalmente con un golpe de barrena, la urna con el terciopelo
bordado en oro quedó al descubierto. La noche siguiente se hizo publico
el hallazgo, y se quitó la urna y el forro de terciopelo, la primera
cubierta de plomo y la caja de madera. Entonces apareció una urna
de cristal y se vieron los envoltorios de los huesos.
El 28 de noviembre se expide un acuerdo presidencial en el que se
confía al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)
la custodia de los huesos, y el realizar estudios para autentificar los mismos,
que en caso de confirmarse, se conservarían en el mismo Hospital de
Jesús.
El estudio aportó interesantes datos de la vida del famoso
conquistador. Aunque ya se conocían datos de los huesos como "cráneo
pequeño y alargado, y los demás huesos de un hombre de
complexión fuerte", se notaron "huellas de abscesos de los alvéolos
de los incisivos medios, canino y premolares superiores izquierdos" lo que
indica que Hernán Cortés padeció mucho de los dientes.
Además se encontraron "los fémures derecho e izquierdo completos.
Tibias derecha e izquierda completas. Peronés derecho e izquierdo.
Rótula derecha completa y normal", lo que desdice una posible
deformación causada por bubas en la pierna derecha.
Ya confirmada la autenticidad de los huesos, la comisión encargada
de este estudio recomendó se restaure la cubierta exterior de terciopelo,
las cajas de plomo, la caja de madera y la urna de cristal; y que se depositen
los huesos en el mismo nicho en que fueron encontrados. Así se hizo,
y el 9 de julio de 1947 se reinhumaron los restos de Hernán Cortés
y se puso sobre el muro de la iglesia una placa de bronce, de 1.26 m por
0.85 con el escudo de armas de Cortés con la inscripción:
HERNÁN CORTÉS
1485-1547
En este sitio reposan sus restos hasta la fecha.
Placa colocada en la tumba de Hernán Cortés en la Iglesia
de Jesús. (Foto: Felix Hinz, 2002)
La misma placa renovada (Foto: Xavier
López Medellín, 2011)
Exhumando los restos de Cortés en 1946:
Fotografía de un grupo de personas en la Iglesia de Jesús, en México, viendo
sacar los restos mortales de Hernán Cortés
Fotografía de una oquedad en el muro de la Iglesia de Jesús, en México, donde se
guardaban las cenizas de Hernán Cortés
Fotografía de la caja de cristal que guardaba los restos mortales de Hernán
Cortés
de http://www.motecuhzoma.de/huesos.html
BIBLIOGRAFÍA:
Martínez, José Luis: Hernán Cortés (versión
abreviada). Breviarios FCE, México 1992
Pereyra, Carlos: Hernán Cortés. Editorial Porrúa, S.
A., México 1985