"Elisa Lynch estaba cavando la tumba con las uñas. Los soldados vencedores, atónitos, la dejaban hacer. Los zarpazos de esa mujer alzaban nubes de polvo rojo y sacudían la rojiza melena que le llovía sobre la cara.
Solano López yacía a su lado.
Ella, mutilada de él, no lo lloraba, no lo miraba: le iba arrojando tierra encima, inútiles manotazos que querían enterrarlo en la tierra que había sido su tierra.
Él ya no era, y el Paraguay ya no era.
Cinco años había durado la guerra.
Había caído, asesinado, el único país latinoamericano que negaba obediencia a los banqueros y a los mercaderes.
Y mientras Elisa seguía echando puñados de tierra sobre el hombre que había sido su hombre, el sol se iba, y con el sol se iba este maldito día del año 1870.
Desde la fronda del cerro Corá, unos pocos pájaros le decían adiós."
Eduardo Galeano.
LA YAPA
BATALLA DE YATAY EN LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA.
Puesto sanitario durante la batalla de Yatay, según Cándido López.
El teniente coronel paraguayo Antonio de la Cruz
Estigarribia había entrado en territorio brasileño el 11 de junio de 1865 en
que la escuadra guaraní era derrotada en Riachuelo. Cruzó el Uruguay y se
apoderó de São Borja, de donde
–en cumplimiento de las primeras órdenes del presidente Francisco Solano López-
se dispuso a seguir su marcha por ambas riberas del río Uruguay hacia el sur
–Estigarribia por la costa oriental-, mientras el mayor Pedro Duarte lo hacía
por la occidental con una pequeña columna. Siguieron su marcha, seguidos de
cerca, hostigados, por las milicias riograndenses de David Canabarro,
superiores en número a las tropas paraguayas, hasta apoderarse de Uruguayana, sobre el río Uruguay, el 5 de
agosto. Pero “entrar en Uruguayana era entrar en una ratonera”, comenta
O´Leary.
Antonio "Lacú" Estigarribia, rumbo al río Uruguay.
De allí –a unas cercanas leguas-, según las órdenes de
López, debería marchar sobre Alegrete, en el interior de Río Grande Do Sul,
donde se organizaba el ejército brasileño, e intentar desbaratarlo. Mientras
tanto, el mayor Duarte con su pequeña columna de 3.000 hombres, le cuidaría la
espalda en Paso de los Libres (Argentina), frente a Uruguayana (Brasil).
La inmovilidad de Robles, en Corrientes, ha dejado a
Estigarribia en situación difícil. Era una operación suicida y resulto un
suicidio. Ya se habían concentrado en Concordia (Entre Ríos, Argentina) fuerzas
aliadas superiores a los 5.000 (largos) hombres que tenía Estigarribia en
Uruguayana y a los 3.000 de Duarte en Paso de los Libres; habían quedado otros
3.000 en guarnición en São
Borja, Santo Tomé, etcétera. El 17 de agosto, el colorado uruguayo Venancio
Flores –que había sido puesto por Mitre al frente del ejército de vanguardia
(sustituyendo a Urquiza)-, con 10.200 hombres –entre brasileños, argentinos y
uruguayos- y 32 piezas de artillería, se lanzó contra Duarte.
Éste, resuelto a sacrificarse, lo esperó en Yatay; la desigual batalla resultó una carnicería de paraguayos, por la desproporción de fuerzas: 1.700 guaraníes muertos, 300 heridos y 1.200 prisioneros. Las pérdidas aliadas no pasaron de 300. Duarte no quiso rendirse, “haciéndose matar bárbara y estúpidamente” comenta León de Palleja en su Diario de la campaña de las fuerzas aliadas contra el Paraguay. Según el corresponsal del Evening Star de Londres, los heridos paraguayos fueron degollados, porque no había médicos ni medicamentos para ellos.
El brigadier general Venancio Flores, el degollador de Cañada de Gómez.
Éste, resuelto a sacrificarse, lo esperó en Yatay; la desigual batalla resultó una carnicería de paraguayos, por la desproporción de fuerzas: 1.700 guaraníes muertos, 300 heridos y 1.200 prisioneros. Las pérdidas aliadas no pasaron de 300. Duarte no quiso rendirse, “haciéndose matar bárbara y estúpidamente” comenta León de Palleja en su Diario de la campaña de las fuerzas aliadas contra el Paraguay. Según el corresponsal del Evening Star de Londres, los heridos paraguayos fueron degollados, porque no había médicos ni medicamentos para ellos.
“Los paraguayos son peores que salvajes –escribe asombrado
Flores-, prefieren morir antes que rendirse”.
El desastre de la columna de Duarte obligó a Estigarribia a
quedarse en Uruguayana, donde las milicias de Canabarro (8.000 jinetes) no
tardaron en cercarlo. Flores con los vencedores de Yatay, cruzó el río y
completó el cerco. Por su exclusiva cuenta (pues ni él ni nadie obedecía las
órdenes del General en Jefe, que no era otro que el inepto del presidente
argentino Bartolomé Mitre) ofrecerá a Estigarribia condiciones para una
capitulación: libre salida para él y sus oficiales con los honores de guerra y
libertad para irse donde quisiere; solamente la tropa quedaría prisionera. En
caso contrario, procedería al cañoneo de la ciudad. Pero Estigarribia se negó
con una frase heroica tomadas de su lectura de Herodoto: “Mejor, el humo de los
cañones nos dará sombra”.
Escena de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, batalla de Yatay.
Se reúne alrededor de Uruguayana un ejército aliado formidable.
Mucho ha costado juntarlo porque tampoco los brasileños del norte parecen
entusiasmados con la guerra.
Para afirmar el entusiasmo va a Río Grande el emperador, Pedro II. El 16
de julio se encuentra en Porto Alegre, donde no tarda en reunírsele el Conde
d´Eu, su yerno; desde Río de Janeiro el ministro de Justicia, José Tomás Nabuco
de Araújo Filho, escribe a Ferraz, ministro de Guerra, que está con el
emperador en Río Grande: “Ahí va nuestro príncipe imperial, Dios le ayude…
Luchamos con grandes dificultades para reunir gente para el ejército… El
reclutamiento (del Norte) da poco todavía y la “Guardia Nacional” se esquiva.
Hemos de emplear, sin embargo, todos los medios, aun los extraordinarios, para
conseguir el fin”.
Campamento argentino frente a Uruguayana (Cándido López).