"En esta noche de 1799, Alezander von Humboldt y Aimé Bonpland descubrieron la Cruz del Sur.
Ellos venían navegando, a través de la mar inmensa, cuando fueron saludados por esas estrellas que nunca habían visto.
La Cruz del Sur les estaba anunciando el camino de América.
Humboldt y Bonpland no venían a conquistar. Nada querían llevarse, mucho venían a dar. Y mucho nos dieron, esos científicos aventureros, que nos ayudaron a conocernos y a reconocernos.
Años después, al fin del viaje por los adentros de la tierra americana, Humboldt regresó a Europa.
Aimé, don Amado, eligió quedarse en esta tierra que era suya.
Hasta el fin de sus días, don Amado recogió y clasificó miles de plantas ignoradas, y rescató perdidas hierbas medicinales de la tradición
indígena, fundó farmacias verdes gratuitas para todos, aró, sembró, cosechó, crió hijos y gallinas, aprendió y enseñó, sufrió prisión y practicó el amor al prójimo (empezando por las prójimas, decía)".
de Eduardo Galeano
LA YAPA
A fines de 1816 se embarcó con su esposa Adelaine
(veinte años menor que él), su hija Emma y dos jardineros. Arribó a
Buenos Aires en 1817, trayendo su biblioteca, semillas, 2.000 plantas,
500 pies de vid, 600 sauces y 40 naranjos y limoneros. Después de una
corta estada en una posada, cerca del Fuerte, se estableció en el
llamado "Hueco de los Sauces", donde hoy se encuentra la plaza Garay, e
inició en ese lugar sus plantaciones. El naturalista fue recibido con
gran interés por la sociedad porteña: Vicente Fidel López describe sus
visitas a las tertulias de la familia De Luca, y cuenta que acomodaba su
paraguas, al entrar, junto a la espada de San Martín, a quien había
conocido en casa de Mariquita Sánchez de Thompson.