jueves, 28 de mayo de 2009
SCALABRINI ORTIZ, LA LEY DE MEDIOS, LA INSEGURIDAD Y LA MEDIOCRIDAD DE LA DERECHA
A 50 años de la muerte de Raúl Scalabrini Ortiz.
“SCALABRINI ORTIZ: Transfiguración de una fe de subsuelo”.
Por Gisel Cordero(ISEPCi)
La muchedumbre va por la mañana y vuelve por la tarde. No se cuestiona a quién responde el nombre de la estación de la línea D, en ese metafórico y literal subsuelo que recorre a diario.
Raúl Scalabrini Ortiz no fue un intelectual comprometido con su tiempo: trascendió a su tiempo. Hoy, sus ideas sublevadas mantienen vigencia de manera escalofriante. Llega a resultar hasta desalentador leerlas, revisarlas y discutirlas porque el hecho puede hacernos pensar que la conciencia crítica – necesaria para que un pueblo avance en su liberación – se ha detenido en su etapa germinal.
Vamos a echarle la culpa al enemigo. Imaginemos (¿imaginemos?) que vivimos en la República de Otaria y que resulta natural intercambiar nuestra riqueza por frases aduladoras (o por el circo del Gran Cuñado). Decidamos que el pensamiento de Scalabrini Ortiz no se conoce por razones que escapan a nuestra voluntad. Supongamos que no deberíamos preguntarnos a quién responde el nombre de tal estación, de aquella escuela, de esa avenida (ni por qué desplazó - en un arrebato genial - al del Primer Ministro británico George Canning). Sospechemos que no tenemos por qué sospechar que el tramado de las líneas ferroviarias (o de los mismos subtes) y los subsidios estatales a las empresas que los manejan tienen por objeto beneficiar a los poderosos, mientras viajamos hacinados en ellos. (Si Scalabrini supiera que ya ni siquiera existen tantos ramales…).
Bien. Si hemos podido conjeturar que todo eso es responsabilidad ajena, entonces podemos resolver preguntárnoslo, averiguarlo y, ahora sí, ahora que hemos decidido conocerlo, lograremos sorprendernos, fascinarnos y hasta indignarnos con la actualidad de Scalabrini Ortiz. En su obra no es necesario contextualizar. Con sólo reemplazar algunos nombres de otrora por lo de hoy, vale. Y vale mucho.
Reflexionemos sobre la nueva Ley de Medios Audiovisuales:
El periodismo es quizás la más eficaz de las armas modernas que las naciones eventualmente poderosas han utilizado para dominar pacíficamente hasta la intimidad del cuerpo nacional y sofocar casi en germen los balbuceos de todo conato de posición. Su acción es casi in denunciable porque fundamentalmente opera, no a través de sus opiniones sino, mediante el diestro empleo de la información que por su misma índole no puede proporcionar una visión integral y sólo transfiere aquella parte de la realidad que conviene a los intereses que representa. (“Bases para la reconstrucción nacional”, Raúl Scalabrini Ortiz, 1965).
Cavilemos respecto de la “sensación de inseguridad” que esos medios – y la desigualdad social – imponen:
Principio de protección al más débil, para que se elimine la ley de la selva y se establezca una verdadera posibilidad de igualdad. (Tercero de los “Cinco Principios de Cooperación Colectiva” Raúl Scalabrini Ortiz, 1946).
Pensemos en la patria sojera, en las retenciones móviles, en los lockouts que “el campo” ha hecho y amenaza con continuar, con sus predicciones apocalípticas respecto del mercado agrario a corto plazo, con el glifosato que enferma, con la mano de obra infantil que explota y con la tierra que se empobrece con el monocultivo:
Principio de la utilidad colectiva del provecho, para que nadie tenga derecho a obtener beneficios de actividades perjudiciales o inútiles para la sociedad y por tanto toda ganancia o el lucro del ingenio ajeno o de la retención infructuosa de un bien deben ser considerados nulos e ilícitos en la parte que no provienen del trabajo o del ingenio propio. (Quinto de los Principios citados).
Scalabrini Ortiz fue demasiado para su época. Es demasiado hoy. Tal vez por eso esté socavado y postergado. ¿Cómo podría responder a su genio un paupérrimo referente como Francisco De Narváez? ¿Cómo podría contrarrestar su fe la espeluznante Elisa Carrió? ¿Cómo podría siquiera intentar comprenderlo el incalificable Mauricio Macri?
Es nuestro deber desparramar su palabra, sus ideas, sus proyectos. Hacerlos nuestros, creyendo que podemos esgrimirlos contra la mediocridad y la abulia. No estemos solos y esperando que el Dios Televisor nos dicte nuestras acciones. En esta tierra sin nada, tierra de profetas, debemos lograr por fin convertirnos en el pueblo multígeno del que hablaba Scalabrini:
En cada dirección de la vida hay un antecedente que le instruye en una benigna coparticipación de sentimientos. Nada de lo humano le es ajeno. Nada humano le sorprende y asiste al espectáculo de la vida como si todo hubiera sido suyo. El arquetipo del argentino es el hijo primer de nadie que tiene que prolongarlo todo. Los pueblos que se caracterizaron por su ingenio político fueron multígenos. Los monógenos son técnicos y los técnicos estuvieron siempre en subordinación de los políticos. La grandeza del hombre no se mide por su capacidad técnica, se mide por su aptitud para sentir e interpretar la mayor suma de almas, base de toda acción política”.
Si en algo podemos creer hoy, es nuestra propia voluntad como pueblo, con la convicción de que en nuestra pluralidad de origen reside justamente una de las firmes esperanzas de la grandeza argentina, con Scalabrini Ortiz como ejemplo y venciendo el cáncer de la resignación.