"Hoy me morí.
En el año 1937, supe que tenía un cáncer incurable.
Y spe que la muerte, que me perseguía desde siempre, me había encontrado.
Y enfrenté a la muerte, cara a cara, y le dije:
-Esta guerra acabó.
Y le dije:
- La victoria es tuya.
Y le dije:
-pero el cuándo es mío.
Y antes de que la muerte me matara, me maté".
de Edardo Galeano
LA YAPA
Las tragedias marcaron la vida del escritor: su padre
murió en un accidente de caza, y su padrastro y posteriormente su
primera esposa se suicidaron; además, Quiroga mató accidentalmente de un
disparo a su amigo Federico Ferrando.
Horacio Quiroga
Estudió en Montevideo y pronto comenzó a interesarse por la literatura. Inspirado en su primera novia escribió Una estación de amor (1898), fundó en su ciudad natal la Revista de Salto (1899), marchó a Europa y resumió sus recuerdos de esta experiencia en Diario de viaje a París
(1900). A su regreso fundó el Consistorio del Gay Saber, que pese a su
corta existencia presidió la vida literaria de Montevideo y las
polémicas con el grupo de J. Herrera y Reissig.
Ya instalado en Buenos Aires publicó Los arrecifes de coral, poemas, cuentos y prosa lírica (1901), seguidos de los relatos de El crimen del otro (1904), la novela breve Los perseguidos (1905), producto de un viaje con Leopoldo Lugones por la selva misionera, hasta la frontera con Brasil, y la más extensa Historia de un amor turbio
(1908). En 1909 se radicó precisamente en la provincia de Misiones,
donde se desempeñó como juez de paz en San Ignacio, localidad famosa por
sus ruinas de las reducciones jesuíticas, a la par que cultivaba yerba
mate y naranjas.
Nuevamente en Buenos Aires trabajó en el consulado de Uruguay y dio a la prensa Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), los relatos para niños Cuentos de la selva (1918), El salvaje, la obra teatral Las sacrificadas (ambos de 1920), Anaconda (1921), El desierto (1924), La gallina degollada y otros cuentos (1925) y quizá su mejor libro de relatos, Los desterrados (1926). Colaboró en diferentes medios: Caras y Caretas, Fray Mocho, La Novela Semanal y La Nación, entre otros.
En
1927 contrajo segundas nupcias con una joven amiga de su hija Eglé, con
quien tuvo una niña. Dos años después publicó la novela Pasado amor,
sin mucho éxito. Sintiendo el rechazo de las nuevas generaciones
literarias, regresó a Misiones para dedicarse a la floricultura. En 1935
publicó su último libro de cuentos, Más allá. Hospitalizado en
Buenos Aires, se le descubrió un cáncer gástrico, enfermedad que parece
haber sido la causa que lo impulsó al suicidio, ya que puso fin a sus
días ingiriendo cianuro. quiroga sintetizó las técnicas de su oficio en el Decálogo del perfecto cuentista,
estableciendo pautas relativas a la estructura, la tensión narrativa,
la consumación de la historia y el impacto del final. Incursionó
asimismo en el relato fantástico. Sus publicaciones póstumas incluyen Cartas inéditas de H. Quiroga (1959, dos tomos) y Obras inéditas y desconocidas (ocho volúmenes, 1967-1969).
Influido
por Edgar Allan Poe, Rudyard Kipling y Guy de Maupassant, Horacio
Quiroga destiló una notoria precisión de estilo, que le permitió narrar
magistralmente la violencia y el horror que se esconden detrás de la
aparente apacibilidad de la naturaleza. Muchos de sus relatos tienen por
escenario la selva de Misiones, en el norte argentino, lugar donde
Quiroga residió largos años y del que extrajo situaciones y personajes
para sus narraciones. Sus personajes suelen ser víctimas propiciatorias
de la hostilidad y la desmesura de un mundo bárbaro e irracional, que se
manifiesta en inundaciones, lluvias torrenciales y la presencia de
animales feroces.
Quiroga manejó con destreza las
leyes internas de la narración y se abocó con ahínco a la búsqueda de un
lenguaje que lograra transmitir con veracidad aquello que deseaba
narrar; ello lo alejó paulatinamente de los presupuestos de la escuela
modernista, a la que había adherido en un principio. Fuera de sus
cuentos ambientados en el espacio selvático misionero, abordó los
relatos de temática parapsicológica o paranormal, al estilo de lo que
hoy conocemos como literatura de anticipación.