miércoles, 24 de diciembre de 2008

BOTELLA AL MAR N°35 NUEVA PRESENCIA. HERMAN SCHILLER


Recoge esta botella para leer su contenido detenidamente porque vale la pena de punta a punta:
" En otras partes del mundo sin duda es distinto, pero entre
palestinos e israelíes sólo la paz es revolucionaria."

DISCURSO DE HERMAN SCHILLER EN EL HOMENAJE A "NUEVA PRESENCIA"
(9-XII-08, esquina de Castelli y Valentín Gómez


En la Argentina se sigue criminalizando la pobreza, porque
sigue siendo delito ser joven, pobre y morocho.

En la Argentina, en nuestro país, desde el 10 de diciembre de
1983, es decir desde que se fue la dictadura y se instaló ésto que
algunos llaman "democracia", otros "democracia de baja intensidad" y
otros "mero republicanismo formal"; en ese lapso, que va del 10 de
diciembre de 1983 hasta hoy, o sea en 25 años, la policía de gatillo
fácil asesinó a 2557 personas inermes --inermes quiere decir
desarmadas-- , producto de la tortura en comisarías o de fusilamientos
lisos y llanos. Eso por supuesto no incluye ni los enfrentamientos ni
los presuntos enfrentamientos.

Las cifras han sido rigurosamente documentadas por ese importante
organismo surgido después de la dictadura que es la Correpí, la
Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional. La cifra,
quizás sea mayor, pero esto es lo que está documentado.

2557 asesinatos; de los cuales 1062 fueron cometidos por el
aparato represivo del Estado desde el 25 de mayo del 2003, o sea
durante la era K. Un verdadero genocidio. Un verdadero terrorismo de
Estado en plena "democracia". Que también tiene desaparecidos como
Julio Jorge López, cuya aparición con vida seguimos reclamando, así
como el juicio y castigo a los culpables de su secuestro.

¿Qué tiene que ver esto con el homenaje a "Nueva Presencia"? Y,
mucho, porque éste sería hoy uno de los temas básicos de este
semanario si pudiera salir de nuevo, y no los sambenitos reaccionarios
de la inseguridad con que nos satura hasta el hartazgo la derecha
mediática y sus epígonos.

En la Argentina, las fuerzas represivas del Estado matan hoy a un
pibe cada día y medio como promedio. Y repito, por si alguno se
distrajo: como consecuencia de torturas y fusilamientos. Eso sucede
esencialmente en los barrios más pobres, en los barrios donde hace
décadas que cerraron las fábricas y la educación y la salud son
absolutamente precarias.

"Nueva Presencia" fue una publicación que, en medio de terribles
hostilidades externas e internas, trató, desde la identidad judía, de
identificarse directamente con los sectores más oprimidos, con los
sectores más explotados y con los sectores, como se denomina hoy, más
excluídos.

Entonces era una lucha contra el régimen militar fascista que hacía
desaparecer a quienes se le oponían. Para eso puso el cuerpo y el alma
para denunciar a los masacradores y a sus cómplices cercanos y
lejanos.

Hoy "Nueva Presencia" no sale porque a quienes nos interesa una
publicación así no tenemos plata y los que sí tienen plata, aunque
presuman de progresistas, no les interesa para nada que "Nueva
Presencia" renazca de sus cenizas.

Hoy, efectivamente, "Nueva Presencia" ya no está en la calle, pero
como ustedes podrán más o menos apreciar, todavía seguimos enteros
peleando en otros terrenos.

En estos momentos junto a los trabajadores de General Motors y
otras automotrices, que salieron a combatir las suspensiones, los
despidos y el fantasma de la desocupación; y a gritar que la crisis
del capitalismo no debe recaer sobre las espaldas de los que menos
tienen. Y, también, junto a los docentes, los médicos y demás
trabajadores de la salud. Y junto a los obreros de los frigoríficos y
curtiembres que están sufriendo despidos masivos. Y junto a los
vecinos ambientalistas de Esquel, Catamarca y tantos otros lugares que
se movilizan todos los días, sin que los medios digan una sola
palabra, contra los monopolios mineros que contaminan el medio
ambiente y saquean el subsuelo del país.

Todo esto es parte de nuestra lucha cotidiana actual. Que por
supuesto no quedará reflejada en las página de "Nueva Presencia",
porque ya hace veinte años que dejó de existir.

Últimamente estoy recibiendo homenajes por "Nueva Presencia. Y,
como soy quizás esquizofrénico, los acepto y al ratito me arrepiento,
pero creo que lo hago porque estoy harto de que los burgueses judíos
me traten como marginal y bicho raro, cuando son ellos en realidad los
que están navegando en contra de las corrientes de la historia.

Y estos homenajes, que vienen de afuera de la comunidad judía,a
ellos los irrita. Y yo siento enorme placer cuando ellos están
irritados por mi causa. Es como en una vieja y hermosa canción en
ídish titulada "Avreiml der marvijer", que es la historia de un
raterito de barrio, en este caso de un raterito de un barrio judío
pobre de la Europa Orienta de la década del treinta, pero bien podría
ocurrir en Berazategui, en Ciudad Oculta o en González Catán. Y
"Avreiml der marjiver", el pequeño raterito, canta con la voz
entrecortada del enorme placer que siente cuando "un sucio magnate"
cae entre sus manos.

Y bien, agradezco los homenajes, pero respetuosamente, con toda la
cautela que puedo, les digo que sigo siendo un hombre antisistema que
confronta con el poder. O para decirlo con otros vocablos: sigo siendo
revolucionario y apuesto a la revolución socialista que lleve al poder
a los más desposeídos.

Por eso trato de hablar del pasado despacito y sin exagerar, a
pesar de todo el orgullo que siento por lo que hicimos en el pasado.
Prefiero en cambio hablar de las luchas contemporáneas, las que se
libran en estos mismos momentos.

Un libro judío de la antigüedad, el "Pirkei Avot", escrito en
idioma arameo, contiene un aforismo, un consejo, que me ha guiado
siempre: "Al titvadá larashut", no te acerques al poder.

No sólo he tratado de estar lo más lejos posible del poder del
Estado opresor, sino que lo he enfrentado todas las veces que he
podido. Ayer en "Nueva Presencia", hoy en las durísimas peleas de
todos los días. Por eso me he diferenciado tanto del judaísmo oficial,
que ayer fue condescendiente con los asesinos de uniforme y hoy cada
día se mimetiza más con los explotadores.

A propósito del judaísmo oficial, que se autodefine a sí mismo como
"genuino", a esta misma hora, o quizás dentro de algunos minutos,
realizarán un acto por el Día de los Derechos Humanos. Vaya
hipocresía. Sabemos muy bien dónde estuvieron y dónde están.

De todos modos quiero decir que la expresión "derechos humanos" la
utilizo lo menos posible. Es una expresión cada día más deslucida y
manoseada. Hoy cualquier burgués, cualquier tilingo, habla delos
derechos humanos. Y, desde la DAIA hasta el Citibank, tienen una
comisión de derechos humanos.

"Nueva Presencia" fue un periódico judío. Y un periódico judío que
decidió asumir papeles de vanguardia en la lucha contra el fascismo
era, a fines de los setenta y principios de los ochenta, un fenómeno
que algunos sorprendidos consideraron esotérico.

Los dirigentes judíos, es bastante conocido, combatieron a "Nueva
Presencia" sin piedad. Y, del otro lado, hubo quienes no ocultaron su
aprensión prejuiciosa. Pero a medida que iba creciendo quedó claro que
no venía a blanquear a nadie, sino que simplemente se dedicó a recoger
la tradición revolucionaria de los trabajadores judíos. Esta tradición
revolucionaria que hizo que miles de judíos participaran de la
Revolución de Octubre. Esa misma tradición revolucionaria que originó
que miles de jóvenes judíos argentinos formaran parte del ERP, de
Montoneros y demás organizaciones combatientes.

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Hace algunos años llegó a Buenos Aires un representante del
Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), o sea la guerrilla
salvadoreña que peleaba contra la feroz dictadura de ese país. Se
llamaba Rutilo Sánchez y yo lo fui a entrevistar.

El reportaje transcurría sobre carriles más o menos previstos,
pero en un momento determinado apareció el tema judío. Y el dirigente
guerrillero me dijo: "Ah, tú eres judío. Qué bien, porque en Nueva
York tenemos un rabino que es una maravilla. Cada combatiente de
nuestras organizaciones, cada exiliado de Centroamérica que llega
allí, él los refugia en su sinagoga y les da techo y comida.

Y yo le pregunté entonces no sin cierto asombro: ¿Y quién es ese
rabino? Y él me respondió: se llama Marshal Meyer.

Efectivamente, Marshal Meyer, en su sinagoga de "Bet Yeshurún" de
Nueva York, solía decir que una sinagoga que sólo sirve para rezar, en
realidad no sirve para nada. Y agregó: si alguien quiere hacer del
judaísmo un club privado a mí no me interesa.

Y por qué traigo esta anécdota tan significativa. Para subrayar las
diferencias.

En Villa Crespo, barrio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
había una escuela judía abandonada llamada Jaim Najman Bialik, en la
calle Aguirre. Los indigentes del barrio fueron a la escuela y la
ocuparon como ocupan legítimamente tantos edificios abandonados. Y qué
hicieron los burgueses judíos de Buenos Aires: llamaron a la policía
para desalojar el edificio.

Y todos sabemos muy bien que si hubiera estado Marshal Meyer en la
calle Aguirre, en vez de llamar a la policía hubiera organizado
enseguida la comida para los ocupantes.

Marshal nunca quiso blanquear a nadie. Solía ser muy duro al
denunciar las lacras internas.

De todos modos quiero subrayar que Marshal y yo no éramos lo mismo.
Había matices y diferencias bastante profundas. El se había criado en
Manhattan y yo cerca de la cancha de Atlanta. El era creyente y rabino
y yo ateo y socialista. El no era antiimperialista porque decía que
eso era una boludés de los intelectuales de izquierda y yo soy
profundamente antiimperialista. El era muy elegante y vestía como
Robert Redford y yo me cagaba en la elegancia.

Había no pocas diferencias. Y, sin embargo, tuvimos tantos acuerdos
y tanta amistad. El no tenía aliados en la comunidad judía para
enfrentar a la dictadura, salvo algunas excepciones de su entorno. Y
yo no tenía ninguna posibilidad de hacer alianza con la izquierda
judía, que estaba congelada y paralizada en el mejor de los casos o
apoyando a la dictadura, en el peor de los casos.

Con Marshal Meyer nos unió al principio el espanto, pero después
una profunda convicción sobre la necesidad de pelear juntos.

Durante toda la etapa aciaga del '76 al '83, el genocidio pareció
importarle muy poco al judaismo oficial, que priorizaba que la
comunidad judía pudíera expresar su identidad sin inconvenientes.

"La izquierda y los terroristas están junto a quienes anhelan
destruir al Estado judío", solían expresar los dirigentes judíos una y
otra vez. Y, al través de sus declaraciones, discursos, comunicados,
notas en la prensa adicta y demás, surgía claramente que sus
posiciones a favor del régimen autoritario no era un tema táctico,
sino de íntima convicción. Por eso decían: "Los militares se
encuentran de nuestro lado; en cambio, los subversivos alientan a
nuestros enemigos".

En 1980, cuando casi toda América latina estaba sometida a feroces
dictaduras militares al servicio de los intereses de Washington, el
general Sharón, que era ministro de Defensa de Israel, visitó al
general Policarpo Paz, jefe de la dictadura hondureña, que en esos
días era denunciada en todo el mundo por su política criminal. Y
Sharón, luego de la visita, dijo sin ruborizarse: "Israel no sólo le
vende armas a Honduras por negocios, sino porque está con nosotros en
la lucha común contra el comunismo internacional".

En ese momento llegó a Buenos Aires Menajem Hacohen, un raro caso
de rabino ortodoxo que se consideraba a sí mismo como socialista y que
integraba en la Knéset el bloque opositor laborista. Al preguntarle en
una entrevista acerca de esas declaraciones de Sharón, Menajem Hacohen
me respondió: "Merecen todo mi repudio. Hemos creado el Estado Judío
para que sea distinto, justo y socialista, y no para convertirlo en
proveeduría de armamentos para las dictaduras militares de América
latina".

Después que testimonié ante el juez Baltasar Garzón, en abril del
'99, fui invitado por el Partido Socialista de Israel ("Meretz") a
visitar ese país. Estaba pronunciando una conferencia en "Tzavta" de
Tel Aviv sobre la caracterología fascista y antisemita de la represión
dictatorial en Argentina, cuando sorpresivamente se presentaron dos ex
ministros del gobierno de Itzjak Rabín: Iosi Sarid y Amnón
Rubinstein. Ambos señalaron que habían concurrido para "rendirle
homenaje a un luchador por los derechos humanos que dignifica al
pueblo judío", lo que para mi resultó una abrumadora gratificación en
contraste con los palos que habitualmente recibo por parte de la
reaccionaria dirección comunitaria judía local. En esa ocasión, tanto
Iosi Sarid como Amnón Rubinstein enfatizaron que habían concurrido a
ese acto también para denunciar "el papel nefasto de sus gobiernos
como cómplices de las peores dictaduras
latinoamericanas y del apartheid sudafricano".

Y Iosi Sarid, que en aquellos días todavía era considerado como el
líder del ala izquierda de su partido, agregó: "Israel debería pedir
perdón a todos los familiares de las víctimas de esos regímenes
sangrientos".

Esto lo dijo Iosi Sarid y quiero puntualizar algo antes de seguir
adelante: no estoy tratando de levantar mi persona y de disminuir todo
lo que esté enfrente. No es que en esa época yo era bueno y ellos eran
malos --a lo mejor, y seguramente, debe haber sido al revés, porque
no puedo ni debo omitir que cometí muchísimos y gruesos errores--,
sino que se trataba de los criterios filosóficos e ideológicos,
absolutante antagónicos, con que se tomó el asunto desde el principio:
para mí los desaparecidos eran mis compañeros de lucha, muchos de
ellos combatientes de las organizaciones armadas populares, mientras
que para el judaísmo oficial eran terroristas que estaban en la vereda
de enfrente. Esto lo subrayo con la voz más alta que tengo para
destacar el oportunismo de los que hoy se pretenden autoblanquear en
el edificio de la calle Pasteur.

Para mí judíos genuinos fueron, por ejemplo, Simón Radowitzky, que
hizo justicia popular y se tragó 21 años de cárcel en Ushuaia o Marcos
Osatinsky, que perteneció a la Juventud Judía de Tucumán, luego fue
uno de los fundadores de las FAR, las Fuerzas Armadas Revolucionarias,
y terminó asesinado por los militares genocidas. Judíos genuinos
fueron ellos y no los estafadores del Banco Mayo o del Banco
Patricios, cuyos continuadores se aprestan en estos momentos a
realizar el acto de autoblanqueo.

Todos los judíos detenidos-desaparecidos (hasta ahora se llevan
contabilizados alrededor de 2000), que entregaron su vida
generosamente, y aunque no lo supieran o dijeran lo contrario, estaban
para mí infinitamente más cerca de las utopías de justicia social de
los antiguos profetas de Israel que de los corruptos burgueses que
desde añares vienen conduciendo las instituciones judías locales.

Admito, sin embargo, que el tema no es sencillo.

En el año 2000, cuando estuve en Cuba por última vez, fui invitado
por la comunidad judía. Fue en un Shabat. Entonces hice en la tierra
de Fidel lo que no hago en Buenos Aires: participé del ritual
sabático. Fue en el hermoso templo judío de La Habana, cerca del
Malecón.

Y bien, después de las oraciones, me hicieron hablar. Y dije
exactamente lo que pienso: hay muchos judíos que no entienden a los
revolucionarios y, lamentablemente, muchos revolucionarios que no
entienden a los judíos. Y yo trato de bailar en los dos casamientos al
mismo tiempo y no siempre lo hago bien.

Este acto de hoy también trata de bailar en los dos casamientos. Y
todavía es muy prematuro saber si lo estamos logrando. Al menos lo
intentamos con la mayor honradez posible.

Si fuera redactor de "Ambito Financiero", mañana titularía la
crónica de este acto así: "Extraño acto judeopiquetero". Y si "Nueva
Presencia" estuviera saliendo, lo titularía de este modo: "Es para la
DAIA que lo mira por TV".

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Y bien, compañeras y compañeros: he sido muy crítico con el
judaísmo oficial y muy crítico con los gobiernos israelíes.

Pero que quede claro: si algún compañero de izquierda, si algún
compañero revolucionario, ha venido a este acto a escuchar que yo diga
que estoy en contra de la existencia de Israel, se equivocó de acto.

Chile tuvo una de las tiranías más sangrientas y represoras del
planeta. A nadie, salvo que estuviera loco, se le hubiera ocurrido
decir que hay que disolver Chile por causa de Pinochet.

Todo nuestro apoyo a los luchadores israelíes que, en condiciones
muy difíciles, están peleando por cosas parecidas a las nuestras. Todo
nuestro apoyo a los 1500 israelíes que hace algunas semanas, en una
movilización que asombró al mundo, rompieron el bloqueo del ejército
israelí a Gaza y llevaron toneladas de alimentos a los palestinos.
Todo nuestro apoyo a los muchos israelíes que hace muy pocos días
manifestaron en Tel Aviv para repudiar el vergonzoso voto israelí
contra la Revolución Cubana en las Naciones Unidas. La manifestación
reclamó también que Israel deje de ser felpudo del genocida Bush.
Todo nuestro apoyo a Fuerza Latina, también conocido en hebreo como
"Coaj Ovdim" (Fuerza Obrera), una agrupación clasista surgida
recientemente en Israel para alejarse de la burocracia sindical, y que
obtuvo, en poco tiempo, valiosas victorias a través de huelgas como
las que tuvieron lugar en el puerto de Tel Aviv y en la
Universidad de Beer Sheva. Todo nuestro apoyo a "Betzelem", la
principal organización de derechos humanos de Israel, candidata a
Premio Nobel de la Paz y que ha denunciado claramente el terrorismo de
Estado de sus gobiernos y ha hecho varios actos en contra del Muro de
la vergüenza.

A todos esos compañeros israelíes, luchadores y socialistas, no
puedo ir a decirles: muchachos, suicídense, porque en Buenos Aires hay
algunos boludos de izquierda que así lo piden.

La historia dela humanidad es la historia de la lucha de clases.
Lo dijo el Manifiesto de 1848 de Marx y Engels. Eso también vale para
Israel, donde hay explotadores y explotados como en cualquier otra
parte del mundo. Todo nuestro repudio a los explotadores y toda
nuestra solidaridad con los explotados y luchadores. El que pida la
desaparición de todo un pueblo, sin hacer la diferencia entre
explotadores y explotados, no es mi compañero, sino un fascista.

La única salida para el drama de esos pueblos que se desangran es paz,
amistad y reconocimiento recíproco entre Palestina e Israel. No la paz
del imperialismo, sino paz con justicia acordada entre ambos
contendientes en igualdad de condiciones.

Cuando surja el Estado palestino soberano seremos los primeros en
ir a saludarlo, aquí, en Buenos Aires. Un Estado palestino al lado de
Israel, no en lugar de Israel.

Nos place enormemente que la placa colocada en el 2002 por el
Movimiento Judío por los Derechos Humanos y la embajada palestina en
la esquina de la Avenida Estado de Israel y la calle Palestina,
todavía esté allí. Y ya van para seis años.

En otras partes del mundo sin duda es distinto, pero entre
palestinos e israelíes sólo la paz es revolucionaria.

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"Nueva Presencia" de ayer. "Nueva Presencia" de hoy. Treinta años
después son casi las mismas luchas.

Y termino con dos invocaciones. Una es una antigua oración judía
por la supervivencia: "Sheejeianu vekimanu veiguianu lazmán hazé". La
otra es más reciente y se hizo carne entre los revolucionarios de todo
el mundo. La pronunció un grande, el comandante Ernesto Che Guevara:
"Hasta la victoria siempre".