miércoles, 25 de abril de 2012

Bernardo de Moteagudo y los destinos asignados a los americanos

Bernardo de Monteagudo. 
por: Mónica L. Oporto
Las palabras, en tanto refieren situaciones, inquietudes, objetivos, cambios, pueden considerarse como “elementos de problemas”[1]. En algunos momentos pierden su monosemia porque se los resignifica, no mantienen un significado fijo, estático, lineal.  El enunciador habla desde su circunstancia y estatus, manifiesta sus intenciones, afectos y busca efectos: “En el acto del habla se distinguen dos componentes: su contenido proposicional y su fuerza ilocucionaria”[2]. Por lo tanto, cuando hacemos referencia a los actos ilocutorios de Bernardo de Monteagudo intentaremos “atrapar” lo que éste quiso decir, el mensaje que existía detrás de las palabras, el significado de lo que dijo.
Se pretende entender cómo Bernardo de Monteagudo establece y transmite los destinos imaginados para los americanos, y con su discurso contribuye a la producción de bienes simbólicos, través de los que busca establecer una conexión con un conjunto de  coenunciadores[3] aunque estos coenunciadores no pertenecen sino a una minoría ilustrada,  con los que establece una relación donde prevalece una coincidencia cuali-dentro de un universo de códigos compartidos.
¿Cómo construye su  discurso este enunciador; cómo se puede establecer la relación que une a quien enuncia y su contexto?. Se intentará responder a estas preguntas entendiendo  que  “La cabeza piensa a partir de donde los pies pisan, y todo punto de vista es sino la vista desde un punto”[4]. Se intentará analizar el discurso de Bernardo Monteagudo, buscando las influencias roussonianas estableciendo como contexto histórico la etapa que va de 1809 -la etapa de implosión imperial[5]- hasta 1811, tratando de  interpretar la ilocución de Monteagudo, de establecer sentidos, direcciones de pensamiento, objetivos y significados atribuidos a vocablos significativos en ese momento.
Expresiones como: despotismo, libertad, patria, soberanía, a través del discurso de Monteagudo, abordan la consecución de los destinos imaginados para los americanos, desacralizandolos, moviéndolos del sentido que les había atribuido el orden establecido, desde que la tarea intelectual de construcción de bienes simbólicos está dirigida a la  formación del imaginario social de una época.
En los escritos de Bernardo Monteagudo se intentará, por lo tanto, desentrañar desde dónde y hacia quién se dirige el discurso, analizando el uso de palabras que, por entonces, asumen un carácter fundante, considerando el contexto revolucionario en que se pronunciaban. 


BERNARDO DE MONTEAGUDO.
Presentaremos, a continuación, algunos aspectos de la vida de Bernardo Monteagudo, como para conocer su contexto, sus estudios, su participación política. A pesar de provenir de una familia de condición humilde, recibió una esmerada educación en los colegios que en la época eran considerados los de mayor prestigio. Algunos de sus compañeros de aquel entonces mas tarde participarían de la tarea revolucionaria.  Es probable que de esa educación a la que pudo acceder Monteagudo, proviniera posteriormente,  un estilo literario compartido con otros reconocidos hombres de actividad pública destacada, debido a haber tenido maestros y lecturas comunes[6].
Justamente de ese grupo que compartía una educación y lecturas comunes, se perfilan quienes disputan el poder a los españoles, y particularmente un sector de intelectuales que, a través de su aporte buscarán encauzar, cohesionar y dirigir  el movimiento que se produjo cuando en América se conoció la presencia de Napoleón en España.
Exactamente un año antes de los acontecimientos de mayo de 1810 en el Río de la Plata, se produjo un levantamiento popular en la ciudad de La Plata (también conocida como la “Ciudad de los cuatro nombres”[7]). De ese movimiento participó Bernardo Monteagudo. Ya por entonces jugó su posición contraria a lo que denunciaba como despotismo de la monarquía española.
Esa actitud despertó de parte de quienes ya veían en él un potencial peligro, que   para desacreditarlo en el medio social en el cual se desenvolvía, utilizaran argumentos para atacarlo y neutralizar de ese modo su potencial acción. Por ejemplo, la alusión a su madre,  supuesta esclava africana,   y el mote de mulato con el que se lo mencionaba, implicaban el escarnio para ridiculizarlo, sin embargo él refutó el ataque en estos términos: “Yo no hago alarde de contar entre mis mayores títulos de nobleza adquiridos […];  pero me lisonjeo de tener unos padres penetrados de honor, y decentes sin ser nobles”[8].
Cronológicamente la actividad de Monteagudo cobra protagonismo desde su estancia en la ciudad de La Plata.   En 1808 había presentado allí su tesis de doctorado  para la cual había contado como tutor al Presbítero Troncoso, y como padrino al Oidor Ussoz y Mosi.  
Monteagudo afirmó que se encontraba en la ciudad de La Plata (Chuquisaca)  cuando aquel 25 de Mayo de 1809  -un año antes de lo que sería conocido como Revolución de Mayo en el Río de la Plata-. se produjo el levantamiento popular contra los abusos de las autoridades españolas.  Monteagudo participó y algunos años después lo relataba diciendo: “desde el 25 de mayo de 1809, mis pensamientos y todo mi ser estaban consagrados a la revolución: me hallaba accidentalmente en la ciudad de La Plata [donde tomó] parte en aquél negocio […] ser patriota sin ser frenético por la democracia era para mí una contradicción…”[9]
Monteagudo por entonces ya había escrito los Diálogos entre Atahualpa y Fernando VII cuyo contenido podía ser reputado de subversivo dado que en el relato el rey aparece muerto. Monteagudo imagina una escena que transcurre en los Campos Elíseos, un diálogo entre el Inca y el rey en el cual pone en boca del Inca un alegato dirigido a defender sus derechos sobre América contra la cesión realizada por el Papa a la corona española.
Volviendo al levantamiento de 1809, éste terminó con una cruenta represión por parte de las autoridades hispanas. Cuatro meses más tarde, en agosto de 1809, las autoridades daban comienzo a la etapa de toma de declaración para la consustanciación del proceso. Es en ese momento en que aparecen las referencias por parte de alguno de los testigos, de la presencia y participación de Bernardo Monteagudo en aquellos sucesos que abrirían el camino a la Revolución en tierras de América. Uno de los testigos, José Lorenzo Ruíz de Villegas afirmó que:
“El Dr. Don Bernardo de Monteagudo le dijo […] el día veinte y cinco, o veinte y seis del pasado, que si se hubiese efectuado el que ellos hubiesen sofocado a los Europeos estuviera mejor aquel gobierno que habían dado cuenta al Tribunal de que él y sus aliados tenían una lista de los Europeos que recidían [SIC] allí [confirmando] que si el tribunal hubiese tomado providencia contra alguno de ellos hubiesen sido víctima del furor del Pueblo…”[10].

Solicitud del Dr. José Bernardo de Monteagudo para que se suspenda la causa seguida contra él

Se pueden reconocer las ideas que acompañarían a Monteagudo en sus escritos posteriores a través del testimonio de Ruíz de Villegas. Por lo pronto es evidente que ya  profesaba un  profundo rechazo hacia los españoles, fueran realistas o no, y también expresaba  su postura contraria al despotismo. Más adelante, desde las páginas de Mártir o Libre rememorando aquellos días, se referiría en estos términos al recordar sus días en La Plata: “el intrépido pueblo de La Plata desenvainó la espada, se vistió de cólera y derribó al mandatario que los sojuzgaba abriendo así la primera brecha el muro colosal de los tiranos [y se opuso] al nuevo yugo” -representado por Carlota Joaquina-, también lo exaltaría como el  “virtuoso y perseguido pueblo” que  no tardó en arrojar la máscara de Fernando VII y erigir una junta protectora de los derechos del pueblo, para combatir  al despotismo[11].
Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia
Como ya se dijo, el movimiento, aislado, fracasó y Monteagudo fue enviado a prisión. Sus escritos fueron considerados sediciosos y se lo condenó a muerte. 




 Por esos días ya era evidente la  influencia de Rousseau en su obra, y aun a  pesar de que por un “fiero regalismo”[12] la Inquisición había impuesto una férrea prohibición de la lectura y difusión de la obra del filósofo ginebrino. No obstante, su lectura y discusión se realizaba en Colegios y Universidades donde se educaban los jóvenes de la clase dirigente. Esos espacios se constituían en centros de difusión que, si bien poseían un anclaje en la religión y podía suponerse imposible el acceso a semejantes lecturas,  la presencia de los jesuitas fue la que permitió la apertura a lecturas de Rousseau en los claustros.  Mas tarde, a través de sus escritos, Monteagudo expuso estas ideas continuadoras, desde La Gaceta de Buenos Aires  de la tarea de Mariano Moreno.

LA PRESENCIA DE ROUSSEAU EN LOS ACTOS ILOCUTIVOS DE MONTEAGUDO
Las construcciones discursivas de Monteagudo, además del contenido proposicional,  van acompañadas de una fuerza ilocutiva que se encuentra en directa relación con las circunstancias, propósitos y la intencionalidad. Según Boleslao  Lewin, se manifiestan en las ideologías junto con premisas racionales, algunos ingredientes emocionales que inciden en la construcción discursiva[13].
En los escritos de Monteagudo es permanente la alusión a la realidad social construida sobre ideas pactistas, que denotan su conocimiento de Rousseau. Por otra parte,  la continuación de la obra de Moreno a través de las páginas de La Gaceta, o en Mártir o Libre, lo posiciona como una figura clave a la hora de contribuir a la construcción del imaginario de la Revolución,  tanto como su preocupación por la creación de un imaginario de la post Revolución que no permitiera que se perdiera todo lo conseguido.
Su posición antirreligiosa y apasionada, lo acerca al deísmo de Rousseau, coincidiendo en que la capacidad de razonar es un don divino, sin aceptar  mas dogma que la soberanía del pueblo. No obstante, con una actitud pragmática no rechazó la actuación del clero patriota, como la del Deán Funes quien, desafiando las prohibiciones establecidas, difundió hábilmente a Rousseau mediante una crítica meticulosa que le sirvió para explicarlo ampliamente.
Pero la formación que recibió Monteagudo en claustros dirigidos por clérigos, quedó plasmada en sus escritos.  En sus palabras se sacraliza la Revolución, es sagrada la lucha por la libertad;   la preocupación por la revolución es mostrar “un fervor de apóstol en su propaganda revolucionaria”; o la discusión de cuestiones políticas y administrativas constituyen el  “catecismo constitucional para los pueblos”[14].
Las alusiones al pactismo las desliza condenando a España porque, despóticamente, impuso la sujeción a América invocando un derecho de donación del Papa. Monteagudo consideraba la inexistencia del pacto basado en el hecho de que la dominación se produjo por la fuerza de las armas. Aun así sostuvo la necesidad de rescindir el contrato que, como una cadena, había sujetado América a la corona española. Además expresa que “El primer derecho del pueblo […] es el de su propia seguridad y conservación…”[15] y darse una organización sobre la base del pacto social. Lo contrario es la tiranía que usurpa la soberanía del pueblo.

Por otra parte,  otra idea que remite al pensamiento de Rousseau, es la referida a la soberanía que “reside sólo en el pueblo y la autoridad en las leyes cuyo primer vasallo es el príncipe”[16], distinguiéndolo de la fuerza como mecanismo para imponer obediencia.  La soberanía del pueblo es también, en palabras de Monteagudo, la voluntad general del pueblo y la majestad del pueblo, que es imprescriptible e inalienable. Remarca que el pueblo es la primera fuente de autoridad, la soberanía es su derecho y la primera obligación del soberano  es respetar dicha majestad.
Condena de manera sistemática el despotismo de España, y como contrapartida, convoca de manera permanente a conseguir la independencia.  En este punto conviene  analizar  los alcances sociales y geográficos de sus palabras. En primer lugar hay que considerar  qué trata de lograr con su discurso en ese momento histórico, y sin dudas, dicho por él, se trata de lograr la independencia, considerando la soberanía popular para establecer un gobierno con el cual el pueblo establecería el pacto. Por otra parte, ¿a qué grupos iba dirigida su prédica?. Era clara su oposición a los españoles y, como quedó dicho, aunque fueran estos partidarios de la causa patriota. Dentro de los grupos dirigentes entonces su mensaje claramente estaba dirigido a los  criollos de familias de posición acomodada socialmente.
Ahora bien, no era común en la sociedad colonial que la mujer tuviera acceso a la lectura de periódicos, con algunas excepciones. Sin embargo escribe “A las Americanas del Sud”[17], llamándolas a la participación revolucionaria, para que contribuyan desde su  posición en la sociedad, pensando en el futuro que quisieran para sus hijos. No obstante poner el acento en aspectos de igualdad, dirigirse a la mujer para que elijan como americanas interesadas por el futuro de sus hijos en una América que debe ser libre, sin embargo esa América aun debía fundar sus nacionalidades y contenía esclavos y siervos.
Esto constituye un aspecto revolucionario dentro de la misma Revolución, que tal vez reconozca como  antecedente al venezolano Simón Rodríguez[18]. Si bien no se puede confirmar que Monteagudo conociera la obra del venezolano sólo porque entre sus libros no había ninguna obra de Rodríguez, según el inventario que,  con motivo de un embargo se practicó de los  bienes de Monteagudo en 1815[19].
Por otra parte, cabe considerar la difusión de su prédica desde el punto de vista del alcance geográfico. Pierre Bourdieu señala que las producciones simbólicas contribuyen a la integración y consolidación de la clase en la cual está inserto el intelectual que los produce. En ese sentido sus escritos aparecían en periódicos cuyo destinatario era el pueblo, entendido como los sectores en lucha por ganar espacios políticos que detentaban los españoles.  Por eso sus escritos, desde La Gaceta, periódico de circulación en Buenos Aires,  y tiempo después  desde Mártir o Libre,  cuya difusión también se dio en el ámbito de Buenos Aires, difícilmente tuvieran difusión en la campaña. Por lo tanto se propagó entre  la clase dirigente porteña, tuvo una producción y difusión urbana dentro de un círculo de quienes compartían sus ideas, geográficamente ubicado en la ciudad puerto.  No obstante ello, hace un llamado “A los Pueblos Interiores” y de ellos a los “ciudadanos ilustrados”[20] para sumarse a satisfacer los intereses de la patria y ayudar a los hombres de Buenos Aires “para llenar este sagrado objeto”[21].
LAS PALABRAS COMO ELEMENTOS DE PROBLEMAS
Muchos términos incluidos en los artículos de Bernardo de Monteagudo son revolucionarios e instalan problemas a resolver. Hablar de Libertad, Independencia; formular expresiones referidas a la Patria; atacar al gobierno imperante, la dominación dulce y suave,  nombrándola como Despotismo, son sin dudas los desafíos que propone, tanto como sostiene la Soberanía del pueblo.
Por entonces el mayor desafío expuesto por Monteagudo era lograr una definición política que desembocara en la independencia. Era consciente de esta situación por lo que insistía en la importancia de la educación a la cual adjudicaba una importancia profunda para lograr la difusión de las ideas. Por eso su preocupación por la libertad, como “ejercicio de la razón misma”[22],  relacionada con  necesidad de dar difusión de los derechos del hombre, los que se expresaban  en “un lenguaje que muy pocos entendían”[23]. La educación fue un tema recurrente. Desde Mártir o Libre insistió en que los pueblos se defienden cuando conocen sus intereses, en tanto que la ignorancia es el origen de las desgracias del hombre. El embrutecimiento resultaba la causa por la que se olvidaban los derechos y se degradaba al hombre. Para él hay “Una autoridad de la ignorancia” identificada con la monarquía española y la iglesia que está “…postrada en los templos del Eterno [donde pide] por la muerte de un tirano [en tanto celebra] con cantos y alabanzas el nacimiento de un déspota”[24].
Metafóricamente refiere que la Revolución es una “época de salud” de América, aunque inquiere: “Pueblos, ¿Cuándo seréis tan entusiastas por vuestra independencia…? […] vamos a ser independientes o morir como héroes, imitando a los Guatimozines y Atahualpas”[25]. Para él, un pueblo que aspirara a la libertad debía estar decidido “a morir por la causa de la humanidad que jamás teman el furor de los tiranos [aun sabiendo] que las primeras páginas de la historia de un pueblo libra van siempre manchadas por la sangre de sus mártires”[26].
 ¿De dónde provienen estas ideas?. Se ha hecho referencia anteriormente que, en 1815, un inventario realizado de los bienes que poseía Don Bernardo dio como resultado unos pocos muebles y los libros de su biblioteca personal. Recordando el estudio realizado por el Dr. Jaime Peire, las bibliotecas brindan un aporte sustancial para entender los discursos y los universos simbólicos de sus dueños[27].  Los libros de la biblioteca de Monteagudo nos informan sobre lecturas que pudo haber realizado su dueño,  por ejemplo, las Reflexiones sobre la revolución en Francia de Burke, editado en inglés; un volumen de la Vida de Moreno; el Tratado de Legislación civil y penal de Bentham, y un Espíritu de la Enciclopedia, editado en francés, entre otros muchos –y sin embargo ningún ejemplar de la obra de Rousseau, prohibido desde fines del siglo XVIII en América, que, sin embargo, conocía bien-.
La Patria es, para Monteagudo,  una referencia al suelo americano considerado como un todo. En agosto de 1809 le escribe desde la ciudad de La Plata la Dr. José Antonio Medina. Le informa que se ha frustrado su proyecto –en obvia alusión a los hechos de mayo de 1809- y le comunica su decisión de viajar a Buenos aires porque en la ciudad en la que se encuentra “el patriotismo se reputa por preocupación”, en tanto que critica el egoísmo que identifica como “obediencia al despotismo”[28].  En 1823 refiere, recordando esos años,  que la dominación española convirtió el suelo patrio en una espantosa soledad[29], por eso los verdaderos patriotas buscaban la gloria de la patria y su independencia de la metrópolis.  
La represión que Sanz, Nieto y Córdoba emprendieron contra los rebeldes de 1809, lo lleva a expresar, cuando fueron llevados a ejecución, que  se acercó al patíbulo “para observar los efectos de la ira de la patria”. La patria significaba la voluntad de los americanos que lograron que el día en que ellos morían fuera el primero en que “volvieron a la vida todos los pueblos oprimidos”[30]. Aquí se refiere a la patria como el conjunto de las voluntades americanas que luchan por su libertad. El amor por la patria se identifica con la areté, la suma de las habilidades y potencialidades del ciudadano que abarcan el conocimiento, el valor, la excelencia en la lucha por la liberad y las leyes.
Buscando encauzar los esfuerzos de los que, como él, asociaron las ideas de  libertad con la independencia y también con las  de democracia, alentó a la lucha en la que había que “morir por la causa de la humanidad [sin temer jamás] el furor de los tiranos”[31]. Un documento, atribuido a Bernardo Monteagudo, hace referencia a estas ideas.  Es difícil establecer fehacientemente si la autoría del documento corresponde a este patriota, tal vez porque muchos de los que participaron del movimiento revolucionario habían transitado las mismas aulas y guardaban un matiz literario o cierto estilo similar en sus escritos. Aunque no fuera de Monteagudo, lo cierto es que  corresponde a otra pluma que por esa misma época perseguía los mismos objetivos.
El documento está  referido a los hechos de mayo de 1809 en La Plata, y se refiere a la libertad en estos términos: “Es un problema demostrado por la experiencia que el patriotismo inspirado por la virtud hace a los Pueblos idólatras de su fama y libertad; y  los prepara a obrar los mas grandes sacrificios en defensa destos sagrados [dioses]”[32].

CONCLUSIONES
Las palabras nombran los objetos desde el lugar desde el que se encuentra quien habla. Esta situación implica una resignificación de los vocablos, adaptados al momento en que se emiten, condicionados por una ideología del enunciador y, por lo tanto, volcando los objetivos del que los emite.  Cada palabra en el contexto del discurso (el cotexto) se formula con una fuerza que está orientada a convencer, a obtener un objetivo político. Las palabras reflejan forma diversa los procesos de la sociedad y de la historia; ningún vocablo conserva autonomía sino que son elementos de un proceso revolucionario.
En el presente trabajo se analizaron escritos producidos por Bernardo Monteagudo y, a través de sus palabras –y sus acciones-  se pudieron explorar los objetivos propuestos, el universo al cual los dirigió y la construcción de su discurso, en relación a  la situación americana entre 1809 y 1811.
Monteagudo estuvo atento a los hechos ocurridos en España, y desde que se produjo la invasión de Napoleón tuvo la real dimensión de lo que se podría lograr desde América. En sus escritos trasunta con vehemencia los objetivos de independencia de la metrópolis, y se puede notar una limitación de carácter social en cuanto a quiénes son los destinatarios de sus palabras, los sectores vinculados a la disputa del poder colonial, universitarios, criollos, con poder económico, pero también una limitación de carácter espacial pues su difusión escrita a través de los periódicos tuvo un alcance a estos sectores sociales ubicados en un radio limitado espacialmente. Por otra parte, se pudo comprobar una apertura a la participación dirigida  a otros sectores de la sociedad colonial habitualmente alejados de la actividad en el espacio público, cuando dirige sus palabras a las mujeres americanas.
La posición que adopta para enunciar sus ideas se manifiesta mediante la utilización de palabras que están vinculadas a un tiempo, un lugar geográfico y un lugar socio-político.  En el caso de Bernardo de Monteagudo,  la construcción del discurso observa influencia de autores de la Ilustración, que imprime a los vocablos producidos. En ese contexto los términos escogidos pierden su monosemia, su  genealogía tradicional, modificada por la necesidad de construcción de un nuevo imaginario de la Revolución.  En tal sentido se puede entender que la noción de Pueblo o Patria están desarrollándose en un campo de cambios y discontinuidades, en tanto que se abren paso las ideas de Soberanía, Libertad e Independencia se establecen como elementos de conflicto.  
En el período analizado fue esta la acción desarrollada por Bernardo de Monteagudo, en la cual no se han dejado de considerar las circunstancias de su vida, los aportes de su educación y las contingencias de la participación política a la que dedicó su breve existencia. El aporte que, como intelectual introdujo a la Revolución, no sólo como continuador de Mariano Moreno en La Gaceta de Buenos Aires sino dando nuevo comienzo a las actividades de la Sociedad Patriótica, nutrieron y prolongaron el espíritu revolucionario de Mayo. Prof. Mónica Oporto

BIBLIOGRAFÍA
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BOFF, Leonardo. El Águila y la Gallina. Cómo el ser humano se hace humano. México: Dabar, 1999)
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Fregeiro, Clemente Leoncio. Don Bernardo Monteagudo, Ensayo Biográfico, Buenos Aires: Igon Hermanos editores, 1879.
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McEvoy, Carmen. De la comunidad retórica al Estado-Nación: B. Monteagudo y los dilemas del republicanismo, en: http://www.bicentenario.gov.ar/detalle.php?iddocumento=762&idtema=223 consultado el 4 de agosto de 2008
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Saussure, Ferdinand de. Curso de Lingüística general. en:
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[1] Williams (2008), 20
[2] Maingueneau (2008), 15
[3] Maingeneau ibid. p. 21, señala que este término, introducido por A.  Culioli, es mas apropiado que el estático de “destinatario”. Coenunciador implica a los participantes en un rol activo.
[4] Leonardo Boff.  Un Doctor en la Sede de Pedro, en http://www.poderciudadano.org.pe/?p=816
[5] Francois_Xavier Guerra. La Nación en América Hispánica. El problema de los Orígenes, en: Untref p. 2 y 8
[6] Ricardo Rojas. Noticia preliminar, en Monteagudo (1989), 19
[7] Charcas es el nombre prehispánico, La Plata el nombre adoptado en la época virreinal, Chuquisaca el que adopta en la emancipación, y Sucre será el nombre adoptado en el periodo republicano.
[8] Juan María Gutiérrez. Apuntes biográficos de escritores, oradores y hombres de estado de la República Argentina, en: Fregeiro (1879), 15
[9] Monteagudo  (1989), 44
[10] Testimonio efectuado el día 5 de agosto de 1809, en Archivo General de la Nación, Sala IX División Colonia, sección 2088 nº 24-5-90
[11] Mártir o Libre, mayo 25 de 1812, en Weinberg (1965), 24
[12] Lewin (1980), 30
[13] Lewin (1980),  6
[14] Grito del Sud nº7: Proyecto político literario, T.I p. 50 y sig., en Fregeiro (1879), 68
[15] Gaceta de Buenos Airs, marzo 6 de 1812 en: Weinberg (19659; 63-64
[16] Oración inaugural pronunciada en la apertura de la Sociedad Patriótica el 12 de enero de 1812, en Weinberg (1965), 12
[17] La Gaceta de Buenos Aires, 20 de diciembre de 1811, en: Monteagudo (  s-f ), 49
[18] Simón Rodríguez (1769-1854) escritor fuertemente influenciado por Rousseau, fue tutor de Simón Bolívar.
[19] Estracto del Inventario de Bienes Practicado en 1815(SIC),  en: Fregeiro (1879), 433-435
[20] Fregeiro (1879), 48
[21] Monteagudo, s-f, 60
[22] Gaceta de Buenos Aires, febrero 14 de 1812 en: Weinberg (1965), 50
[23] Monteagudo (1989), 41
[24][24] Gaceta de Buenos Aires, 6 de marzo de 1812 en: Weinberg (1965) 23
[25] Monteagudo s-f, 61
[26] Monteagudo s-f, 115 y 124
[27]Jaime Peire. Bibliotecas tardocoloniales, los libros como semióforos culturales, 1767-1816, Untref
[28] Monteagudo (1989), 42
[29] Monteagudo (1989), 41
[30] Mártir o Libre, 12 de enero de 1812, en Weinberg (1965), 12
[31] Monteagudo s-f, 115
[32] Archivo General de la Nación, Sala IX, Leg. 24-5-90, Juicio Imparcial nº3 folio 169, atribuido a Bernardo Monteagudo. 

Solicitud del Dr. José Bernardo de Monteagudo para que se suspenda la causa seguida contra él en: http://adhilac.com.ar/?p=1519