domingo, 17 de enero de 2010

CRETINIZACIÓN DEL PÚBLICO: LAS RAZONES POR LAS QUE RICARDO FORT IMPORTA MUCHO MÁS QUE PEPE SORIANO


CRETINIZACION DEL PÚBLICO es un concepto diseñado por el politólogo francés Maurice Duverger allá por los 80. Del análisis de las técnicas y las estrategias pergeñadas por los "cerebros" de los medios, salió un mecanismo por el cual se toma por tonto, torpe, simple, al público. Como los sofistas, salen a defender esta posición diciendo que es "lo que el público quiere, pide, aclama...".
Es decir que "hacer cretino" al público no es sólo darle poco para pensar, situaciones lineales, de poca profundidad para reflexionar o opiniones bajo la forma de noticia, sino desinformarlo en lo básico para sumergir al espectador, el que debería decodificar la información, en un mar de desinformación. Es tomar por tonto y alimentar con más elementos para continuar profundizando la cretinización, apartando los verdaderos problemas mediante el enfoque de lo secundario, de lo frívolo. De esta forma la televisión ha convertido al ciudadano para que cada vez sepa menos de los asuntos públicos, es decir, de los asuntos que le habilitan para la ciudadanía, puesto que la televisión empobrece drásticamente la información y la formación del ciudadano.
La captación del cliente, de la audiencia, es el factor subordinado al poder económico y la encargada de inyectar y extender el letargo social.
Sólo así se explica que:

LAS RAZONES POR LAS QUE RICARDO FORT IMPORTA MUCHO MÁS QUE PEPE SORIANO.


La buena y amplia cartelera teatral porteña es ignoradada por los medios que prefieren a Fort o el topless de Susana Giménez.
17-01-2010 El verano presenta en Buenos Aires una gran cartelera teatral, pero para la televisión lo que parece relevante son las minúsculas rencillas en Mar del Plata y Carlos Paz.
Por Carlos Polimeni
cpolimeni@miradasalsur.com


La cartelera teatral de Buenos Aires está repleta durante este verano de ofertas teatrales de calidad, e importante diversidad, pero para la televisión –y en buena medida también para la radio y una porción de los medios gráficos—mencionar en una misma oración las palabras verano y teatro equivale a reportar lo que sucede con el negocio del espectáculo en Mar del Plata y Carlos Paz. O para mayor precisión: con los dimes y diretes, escándalos y escandaletes que brotan por aquí y por allá, la mayoría de las veces como burdas herramientas de promoción de obras y montajes pensados para atraer a las salas al público que paga por ver in situ a figuras y figuritas que el resto del año consumen por televisión. En un momento de la realidad argentina en que cierta lógica de los medios está en el tapete de la discusión pública, un asunto como éste sirve, ante todo, para pensar qué es la realidad y cómo se la comunica, con qué herramientas y con qué intereses.

En la cartelera teatral porteña, famosa por su diversidad y extensión, hay en estos momentos más de setenta obras dentro del circuito comercial, con epicentro en la Avenida Corrientes. Durante este enero, trabaja en este verdadero festival permanente que ofrecen las salas porteñas una larga lista de figuras representativas de distintos estilos y tendencias, entre ellas Norma Aleandro, Alfredo Alcón, Pepe Soriano, Ricardo Darín, Roberto Carnaghi, Irma Roy, Elena Roger, Enrique Pinti, Fabián Vena, Arturo Bonín, Mercedes Morán, Dora Baret, Virginia Lago, Walter Santa Ana, Norma Pons, Jean-François Casanovas, Claudia Lapacó, Florencia Peña, Puma Goity, Aníbal Pachano, Miguel Ángel Rodríguez, Leonardo Sbaraglia, Carla Peterson, Coco Silly, Mike Amigorena, Juan Darthes, Cecilia Milone y Viviana Saccone. Además, se presentan grupos como Los Macocos, Los Amados y la Orkesta Babel. Sin embargo, la mayoría de ellos están ausentes de la agenda de espectáculos de los medios de comunicación, salvo aquellos que están muy ligados a la televisión del momento o tienen la desgracia de sufrir un problema policial.

Las figuras y figuritas que trabajan en las propuestas pasatistas del verano en versión Ciudad Feliz y la villa del Reloj Cucú Gigantesco tienen, en cambio, una gigantesca exposición, sin relación alguna con la calidad de los espectáculos, sobre todo si son chicas siliconadas y saben sacar las uñas para rasguñar. Hiere la inteligencia, a veces, pero durante tardes y tardes desde diciembre hasta febrero, los medios reportan internas entre segundas y terceras figuras de espectáculos armados de apuro, batallas campales verbales que involucran a personalidades reñidas con la correcta conjugación de los verbos, versiones e informaciones sobre romances, rupturas o disputas entre chicos y chicas, señoras y señores que parecen vivir para exponer su intimidad. El muy poco agradable topless en Punta del Este de la sexagenaria Susana Giménez, mientras se ventila su romance con un caballero al que le lleva más de un cuarto de siglo, es una cruel síntesis de esa nada repetida al infinito que se presenta como información que debe interesarle necesariamente a la gente.

En ese marco, el millonario Ricardo Fort parecería ser hoy por hoy un personaje central del espectáculo argentino, cuando en realidad se trata de un caso patológico de busca de fama a fuerza de operaciones, voluntad de figuración, dinero que no proviene del trabajo honesto, y apuesta a la celebridad como sanación. Figura del musical Bailando por un sueño durante las últimas semanas del 2009, orgulloso centro del programa más visto del Canal América en lo que va del verano y autoproclamado sucesor posible de Sandro, el émulo en carne, hueso y plástico de los juguetitos guerreros del chocolatín Jack no sólo es monstruoso por lo que significa como ejemplo del triunfo sino que representa a una Argentina que atrasa pero que se ve a sí misma como el futuro. No es la primera vez que fenómenos bizarros tienen rating por motivos muy diferentes a los que ellos suponen. Eso pasa cuando un porcentaje de los televidentes mantiene una sintonía por morbo, espanto o impresión, mientras los productores se entusiasman mirando el minuto a minuto. Mucha gente cree que levanta el rating por atractiva e interesante cuando en realidad están mirándola por bizarra, por su tendencia a los papelones, por su carácter de impresentable. Por otra parte, Fort recalcando por televisión cuánto pagó por sus botas texanas en un negocio top de Miami, o exhibiendo su variedad escalofriante de autos permite pensar, por un momento, que Haití no es aquí.

Fort está en Mar del Plata, en teoría, para protagonizar una obra de temporada para la que contrató un teatro y un elenco. Pero la obra no arranca, y ya va un mes del verano... porque la sala está en refacciones y él no logra aprenderse la letra. Un cronista farandulero le preguntó hace cuatro días cuándo ocurrirá finalmente su debut en el teatro y la respuesta fue: “Cuando se me canten los cojones”. La revista Siete Días, que lo presenta como “el protagonista de la devoción popular del momento”, le preguntó esta semana si su modo de vida lo lleva a extrañar los tiempos de Carlos Menem en el poder. Fort se puso eufórico. “Por supuesto”, contestó. “La mejor época de la Argentina fue cuando estuvo Menem. De eso no hay dudas. El país estuvo genial y no me importa si robó o no robó. Si logra que no me maten cuando salgo a caminar por una cuadra, para mí que el presidente robe está perfecto.” “¿Le gustaría representar el retorno de esa época?”, le preguntó el periodista. “¡Ojalá volviera esa época!”, se entusiasmó el nuevo héroe mediático. “Yo podría salir a la calle sin seguridad privada y no vería en los noticieros que matan a una anciana o que tres pendejos de mierda dejan inválido a un amigo, como pasa ahora. La gente podía invertir, comprarse un auto a pagar en cuotas. El miedo que existe ahora hace que alguien que tenga plata diga ‘Para qué me voy a comprar un coche nuevo si me lo van a robar y me van a matar’.”

Que muchos medios le den chances y chances a Fort de decir lo suyo con toda autoridad e impunidad al mismo tiempo que parecen no tener nada en serio que preguntarle a Pepe Soriano, Alfredo Alcón, Norma Aleandro, Walter Santa Ana o Virginia Lago no es una casualidad, sino resultado de un estado de cosas, de un caldo ideológico que termina de cocerse en público en estos meses de calor. No en vano, en distintos medios, la ex chica del staff de Gerardo Sofovich (durante la dictadura) Luisa Albinoni viene promocionando su romance con el ex presidente Menem, al que conoce desde hace mucho tiempo y considera “seductor”, “divertido”, “romántico”, “inteligente”, “simpático” e “informado”. Cuando le repreguntan, lo hacen sobre el modo en que Menem besa o el color de las rosas que le envió para Navidad.