miércoles, 22 de abril de 2009

ORLANDO BARONE: LOS MENORES SON CULPABLES DEL TERROR DE LOS ADULTOS QUE LES DETERMINAN LA VIDA.


Esta carta la leyó Orlando Barone el día 21 de abril de 2009 en el programa de Liliana López Foresi, y salió publicada al día siguiente en el diario EL Argentino.

Cuando se está debatiendo bajar la edad de imputabilidad a límites aterradores (la diputada Guinsburg propuso llevarla a los 10 años de edad) un sector de la sociedad, embrutecido por los medios uniformados de comunicación, se encolumna detrás del discurso según el cual la solución ante el delito es desgarradoramente antihumana.

Los menores que crecieron en medio de muchos NO: comida negada, hogar negado, escuela negada, ropa negada, vacaciones negadas, juguetes negados, infancia negada, viviendo en situaciones marginales imposibles de describir, suelen terminar en situaciones de encierro donde el NO que signó su existencia de apenas una década -y que no supera las dos- sigue siendo la palabra que organiza sus vidas. El encierro es el gran NO en una vida en que se instaló todo en negativo,y que incluyó en gran cantidad de casos situaciones tales como vida precaria, mísera; el consumo de sustancias, el robo, embarazos adolescentes y aun delitos muy graves.

Y entonces, tal como describe Orlando Barone, llegan los adultos con sus leyes y sus jueces, con sus miedos y sus rejas.
Se juzga a una víctima que victimizó, pero nunca a un sistema que nos victimiza a todos. ¿O acaso existe algún juez que juzgue la injusta distribución de la riqueza, al injusto sistema capitalista, al darwinismo social aun imperante que instala la (falsa) imagen de un menor con gorra o capucha, morochito y pobre como símbolo de delincuente, tal como la propaganda televisiva del sitio de Francisco de Narváez?

LOS MENORES SON CULPABLES DEL TERROR DE LOS ADULTOS QUE LES DETERMINAN LA VIDA.
Las propiedades y riquezas de esta sociedad son de los adultos. Los palacios las chozas. Las cuentas bancarias y los altos ingresos. También son de los adultos los puestos de poder, de conducción y de dirección. En su mayor parte, el trabajo mejor remunerado y las funciones jerárquicas los ejercen los adultos. Son adultos quienes gobiernan, quienes juzgan, quienes vigilan y quienes educan. Los padres y abuelos son adultos. Y los tutores. Y el cura y el rabino y el pastor.
Así como está, este mundo está hecho por adultos. Son quienes fabrican las armas, quienes hacen las leyes, quienes imponen el castigo, quienes otorgan la libertad. Y quienes más reciben sus beneficios.
Los adultos hacen los los negocios, funden las empresas, diseñan los programas de televisión, seleccionan lo que se informa y lo que se omite.
Los adultos votan o no votan o derrocan a un gobierno. Los adultos son los candidatos. Son los que asesoran a promocionarse a los candidatos. Son los dueños de las tribunas y los estrados. Consagran presidentes, los esmerilan o los denigran. Determinan la moral y las costumbres; imponen lo que hay que aprender y lo que no hay que enseñar.
La vida está hecha por adultos y para adultos. Las ventanillas para sacar boletos están altas; y los escalones y los timbres. Todo está a su merced: hasta la organización de la vida de los chicos. Son ellos –los adultos- los que les conceden el pelotero o los privan de la infancia, los que fabrican el alcohol que los tienta, y quienes levantan los muros. Son quienes reproducen la vida y quienes la sepultan. Son los adultos los que corrompen y los corrompidos; los moralistas y los moralizadores. Si no fuera por los adultos el mundo sería otro.
Y en este mundo está ocurriendo algo extraordinario: los mas peligrosos, mas viciosos y más crueles son los chicos y los pibes. Por culpa de ellos los adultos viven aterrados.

¿No será hora de dejar de fabricarlos?<