jueves, 31 de diciembre de 2009

CARTA DE HUGO BARCIA



Carta a mis queridos compañeros de
Faro de la Comunicación


No quería dejar que terminara este inolvidable 2009 sin enviarles estas líneas de profundo agradecimiento.



Ha sido un año muy especial para todos nosotros. En primer lugar, porque hemos visto cristalizar un viejo sueño: la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que, para algunos de nosotros es casi una justificación generacional, la coronación de una etapa de una vieja militancia que nos hace sentir, y con mucha razón y sobrados fundamentos, que hemos sido protagonistas exitosos desde nuestros puestos de lucha de un paso fundamental en la conformación de un nuevo mapa de poder en la Argentina.



Ya hemos parangonado, en alguna que otra ocasión, este hecho histórico de la nueva ley con aquel glorioso 17 de octubre del 45. Pero ahora nos hemos dado el gusto de ser nosotros mismos los que nos lavamos las patas en la fuente de la plaza. Es muy cierto que en otra plaza y es muy cierto que en otra época. Pero también es muy cierto que en aquella madrugada, entre el 9 y el 10 de octubre, el mismo proyecto nacional y popular bailaba su algarabía por las calles de la Patria. Allá en el 45, el liberado era Perón de su cárcel en la isla Martín García para que comenzara un proyecto soberano. Ahora, el comienzo de la liberación le correspondió a la palabra del pueblo argentino, silenciada o distorsionada durante años por el poderoso monopolio mediático.



Ha culminado una etapa, pero lejos estamos de presenciar el fin de la batalla. Falta consolidar el cambio que hemos ayudado a parir. Dos décadas de monopolio mediático y 30 años de neoliberalismo han hecho estragos en la Argentina, y en nuestra profesión de periodistas y comunicadores. Para consolidar el proyecto de la derecha más abyecta, fue necesario que los medios se transformaran en factores de poder en sí mismos y en formadores de profesionales al uso. Para intentar descerebrar al pueblo argentino, primero había que descerebrar a los profesionales de la comunicación. Para intentar convencer al pueblo de que si llovía a cántaros o si hacía un calor de infierno la culpa la tenía siempre el gobierno, había que construir una fábrica de idiotas profesionales que le dieran de comer mierda a los paisanos de a pie. Mentiras y videos se podría haber llamado esta espantosa película de terror, a la que tampoco le faltaba el sexo, ubicado en el dolor de nuestros dañados traseros. Para desdeñar a los militares, cuyas intentonas golpistas del pasado ya desprecia hasta el mismísimo diario de don Bartolo, había que correr el eje de las decisiones. Entonces, de los tanques en las calles y los acuartelamientos pasamos a cuatro o cinco tapas de Clarín: con eso debía alcanzar para derrocar a cualquier gobierno democrático. Pero se terminó la que se daba: no sé si van a volver a los tanques en las calles, pero sí sabemos que con cuatro o cinco tapas ya no nos voltean.



Pero con que no nos volteen no alcanza. Y lo digo crudamente. Una cosa es que no les alcance a ellos y otra cosa es que podamos nosotros. Cuando digo “podamos” quiero decir poder llevar al séptimo cielo el mejor de nuestros mejores sueños. Y cuando hablo de esto, pretendo hablar de las asimetrías de este queridísimo y propio gobierno popular, al que vamos a defender hasta la muerte, a veces mordiéndonos las ganas de putearlo, o haciéndolo en desangrantes y solidarias discusiones en nuestras pequeñas y heroicas agrupaciones. Y aquí va un interrogante que deberemos descular, en lo posible, en el año del Bicentenario: ¿por qué sintiéndolo tan propio, a veces lo vemos tan lejano a éste, nuestro gobierno? Encontrar esa respuesta nos ayudará a consolidar este proyecto. No encontrarla nos puede hacer tambalear el futuro. Por estas épocas recuerdo, no sin nostalgia, uno de los conceptos claves de Perón: “Sólo la organización vence al tiempo”. Y al enemigo, claro. Y estas son épocas de vacas flacas en la valoración de los beneficios que le puede significar a un gobierno popular la organización de sus bases: las múltiples flores que crecen son las que riegan los militantes con su testarudez. Ninguna lluvia oficial brinda alivio a esos esfuerzos.



¿En qué podemos contribuir desde Faro? Sencillito y complicado, ardoroso y difícil, pero nunca imposible. En primer lugar, y dedicándonos a lo que más conocemos, hay que contribuir a desarmar la fábrica de idiotas de la comunicación y construir una inteligencia comunicacional propia. Cuando digo propia no digo sólo de Faro, digo del inmenso y querido campo nacional y popular. Si nos sentimos mejores que otros (y ojalá que esto así sea), ayudemos a mejorar a esos otros. Cuando mejoremos a esos otros, mejores seremos nosotros.



Y con esta hoja de ruta deberemos recorrer, pueblo por pueblo, toda la Argentina. Tenemos obligaciones pendientes con varios queridos compañeros: el amigo Coria de Mendoza, el compañerazo Oliver de Salta, ese pequeño gigante que es Luis Gargiulo, de Necochea, Daniel Vico, Raúl Rojas, de Rosario, en fin, una lista interminable de amigos de una lealtad extraordinaria que están esperando que el Faro se encienda en sus pueblos y ciudades. La batalla político-comunicacional no debe circunscribirse sólo a la ciudad de Buenos Aires: naufragaríamos en el puerto si así lo creyéramos. Y no sólo eso, despreciaríamos nuestras mejores tradiciones federales.



Por último, quiero referirme a la extraordinaria patriada que, junto con otras organizaciones y agrupaciones hermanas, hemos dado el 9 de noviembre, fecha que quedará grabada en mi memoria para siempre.



Con esa militancia que nadie nos pide, pero que forma parte de nuestra más profunda razón de ser, enfrentamos a un gigante supranacional. Un poder enorme y prepotente, con domicilio emblemático en Miami, desembarcaba en Buenos Aires para, desde su asamblea cinco estrellas en Puerto Madero, advertirle al mundo que en la Argentina no hay libertad de prensa. Ellos, justamente, que apoyaron cuanta dictadura militar haya habido en Latinoamérica.



Solos, con la única compañía de nuestros hermanos y compañeros, sin los petrodólares de Chávez y sin la más mínima venia de nuestro gobierno, nos fuimos a casa. Pero no para escondernos del invasor debajo de nuestras camas, sino para calentar el aceite hasta hacerlo hervir y correr al enemigo con nuestras armas caseras. Y la guerra se la hicimos como pudimos y los corrimos a escobazos, nomás. Y, una vez más, David pudo contra Goliath.



Patriada es la palabra que se me ocurre para nombrar esa jornada de gloria y de canto a la militancia popular. Y desde este orgullo quiero agradecer, en primer lugar, a todas las organizaciones hermanas que velaron armas junto a Faro. Y, por supuesto, a todos mis hermanos de Faro: a la sacrificada FATPREN, que puso su lomo solidario para sostener el 1er. Encuentro Internacional Medios y Democracia en América Latina, con esa tarea de titanes que hicieron el amigazo Gustavo Granero y el Toto Insaurralde, entre muchos otros. A mis queridos compañeros de Los 100 que, una vez más, me ayudaron a sacar otro conejo de la galera y a creer en lo que pocos creían: que siga entonces ese abrazo interminable e incondicional que ya lleva dos décadas con Julio Fernández Baraibar (20 años y cientos de batallas compartidas con este genial discípulo del Colorado Ramos). Este agradecimiento perpetuo al Negro Nadra y a Norberto Colominas, que siempre ayudan a encontrar otro ángulo para ver y analizar las cosas. Un saludo fraternal a la prepotencia militante de Kike Masllorens y a ese cálido sentido común político que siempre ostenta el Negro Luzardi. A la presencia inalterable de Santiago Magrone y del Flaco Ferrari, y a la consecuencia de Martín de Vedia y Mitre y de Martín Fedele. Un conmovido reconocimiento a la compañera Viviana Gómez, a su solidaridad permanente y a su crecimiento político. Al vozarrón ininterrumpiblemente querible del Beto Moscardi. Un abrazo emocionado a los compañeros de la Comisión de Medios Audiovisuales “Nicolás Casullo” en Carta Abierta y a los compañeros de ARBIA y La CORAMECO. Y esta alegría final para el Movimiento Peronista Bloguero: una maravilla de la creación militante, un símbolo que sólo puede parangonarse con lo mejor de la Resistencia Peronista.



Con semejante ejército, cualquiera se atreve a alzarse en armas. Dimos hermosas batallas en el 2009: no sólo nos fundamos, sino que, rápidamente, nos organizamos para enfrentar a ese despreciable ejército invasor de la SIP. Desde esta fe, desde esta esperanza militante, desde esta confianza que nos da el haberlo intentado y haberlo conseguido, quiero abrazarlos a todos sobre mi corazón y convocarlos para todas las batallas que la Patria necesite.


Por un 2010 militante y un 2011 vencedor.

¡Viva la Patria, carajo!


Hugo Barcia

Presidente de Faro de la Comunicación

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